sábado, 21 de octubre de 2017

Ensayos de Manuel José Arce

De la serie Diario de un Escribiente


ENSAYOS DE MANUEL JOSÉ ARCE


TINAJAS

Pedro Sicay:
               
Mire usted qué cosa: usted es alfarero y su mujer está estrenando una tinaja plástica.
               
Resulta más barato para todos y además no se quiebra y pesa menos.
               
-Estos es en bien del pueblo.
               
A no ser los turistas  -y lo dudo- , nadie más va a comprarle sus tinajas de barro en las que el agua tiene sabor de nacimiento en las montaña.
               
-Esas son babosadas.
               
Las suyas, además, salen más caras. ¿Qué van a hacer ustedes, todos los alfareros, todos los indios que modelan barro como hace dos mil años sus abuelos? ¿Por qué no montan una fábrica inmensa de tinajas de plástico y entran al juego de la competencia?
               
-Tal vez un banco les otorgue un crédito…
               
O en último caso, pueden buscar trabajo en fábricas de plástico existentes, aunque dudo que alcancen las plazas para todos los indios alfareros. ¿Qué se va a hacer, Pedro Sicay, qué hacemos?

Y todo es culpa del subdesarrollo…


ESTATUA

Pedro Sicay:
               
Usted, frente a la Aurora, con ojos desconfiados siente el gran jet que pasa partiendo en dos su tarde de domingo. ¡Cuánto hace que llegó a la capital! Para el servicio, dice. Y aquí se fue quedando. Se volvió marrullero. Aprendió cosas que en el monte no sirven para nada; vender chicles, manías y cigarros, robar carteras, aguantar el hambre, ir a la zarabanda los domingos y dormir en los quicios de las puertas.
               
Últimamente dio en la charamila  -pasó la chiricuta, por supuesto-. Claro. Se siente mal. Arden las tripas. Un cuajarón de sangre se le sube. Y el IGSS no lo recibe. No está afiliado, dicen.
               
Bueno, Pedro Sicay, no más remedios: muérase despacito, aquí, cómodamente, frente a la estatua de Tecún Umán (el de las plumas verdes, verdes, verdes) que fundió para usted Gonzalo Goyri.


CARTA

Tengo treinta y cinco años y sueño escribir versos.
               
Un día de estos me moriré y dejaré (además de los zapatos, los hijos y las deudas) lo que escribí cuando estuve vivo. Muchas veces he dicho lo que siento de gente como usted, Pedro Sicay, que vive en una aldea, un caserío, de no sé cuál municipio. He sentido que tengo el deber de decir que no soporto que usted, Pedro Sicay, viva con su familia de ese modo. Las gentes me hacen caras, me han quitado el saludo y me han considerado un enemigo. Jamás le he aconsejado que tome su machete y que vuele cabezas. Me he dicho simplemente, que me duele que usted, Pedro Sicay, y su familia vivan de esa manera. Que su mujer, después de trece  partos, tenga vivo tres hijos y que éstos, a su vez, estén enfermos. Y que usted llore cuando se emborracha, en vez de estar alegre.
               
Tengo treinta y cinco años, Pedro Sicay; he hablado mucho de gente como usted y de usted mismo. De mí, también.
               

Pero sucede que me voy a morir un día de éstos y usted también, sin que sepa leer lo que yo he escrito. Yo, yo sin saber lo que usted piensa.






Publicado por La Cuna del Sol
USA.

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