sábado, 6 de mayo de 2017

Sobre el patriotismo económico: El nacionalismo capitalista y la creación de la identidad política americana

La superioridad absoluta no es la única característica distintiva de los EE.UU. Es probablemente el único país en el mundo donde el capitalismo está incorporado a la identidad nacional.


SOBRE EL PATRIOTISMO ECONÓMICO: EL NACIONALISMO
CAPITALISTA Y LA CREACIÓN DE LA IDENTIDAD POLÍTICA AMERICANA


Por Alan Nasser

Con frecuencia se dice que los estadounidenses son la población más patriótica del mundo. Desde la infancia se nos enseña que somos el país con los sentimientos y principios morales más elevados, el más libre, más democrático y, por lo tanto, el más apto para ser el hegemón global. Los niños escolares no  entienden lo de 'hegemón', por lo que se les enseña que su país es la única superpotencia del mundo, y que, por la seguridad del mundo, debe permanecer así. Seguramente algo para sentirse orgulloso. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, un inflado establishment mediático y de entretenimiento ha machacado incesantemente este mensaje en nuestras cabezas. La eficacia de este tipo de adoctrinamiento es evidente en un fenómeno exclusivamente estadounidense, la exhibición de la bandera en todas partes -en los mostradores de las tiendas, en los automóviles, en el engramado, en las ventanas de las casas. Sólo en los EE.UU. Incluso cuando los estadounidenses desaprueban esta o aquella guerra, la bandera nunca es arriada.

La mayoría de nosotros somos inclinados a llamar a esto una expresión de súper-patriotismo. Pero el nacionalismo es lo que está en marcha en los EE.UU. El patriotismo es un término inexacto, connotando el amor por el país. ¿Pero los estadounidenses "aman a su país", sin importar como uno interpreta esa frase, más que los franceses o los brasileños? El "nacionalismo" no es tan vago. El fenómeno es una fuerza política importante, sin embargo, ya no recibe la atención de la izquierda como lo hizo en los viejos tiempos. Tal vez el uso más amplio del término fue durante la Primera Guerra Mundial, cuando los socialistas marxistas (la mayoría) se opusieron a la guerra como un caso paradigmático de rivalidad interimperialista, con las potencias coloniales luchando por repartirse el mundo en beneficio de los intereses económicos y políticos de sus clases dominantes.

Socialistas, comunistas y anarquistas exhortaron a sus conciudadanos a oponerse a la guerra argumentando que sus únicos beneficiarios eran los iniciadores de la guerra, las clases dominantes. El apoyo a la guerra implicaba la perversa convicción de que los trabajadores tenían más en común con la clase de sus gobernantes que con los demás trabajadores del mundo. El "interés nacional" era en realidad el interés de la clase dominante, y el apoyo a la guerra, presentado como compromiso con la nación, era en realidad una identificación con los amos y señores  más que con aquellos con quienes uno compartía los intereses más profundos, la clase obrera global. En esta controversia el significado del nacionalismo era claro: era una cuestión de identificación. Y aquello con lo que uno se identifica es, por extraño que parezca inicialmente, parcialmente constitutivo de la propia identidad. La aparente extrañeza de esta idea desaparece cuando reflexionamos sobre el significado preciso del nacionalismo.

¿Qué es el nacionalismo?  Consideremos el racismo y el sexismo

Lo que todo el mundo sabe sobre racismo y sexismo es directamente transferible al nacionalismo. La ideología racista enseña que, p. ej. la raza blanca es superior a otras razas, e igualmente importante, el racista blanco se ve a sí mismo como esencialmente blanco. Su blancura es un elemento de su propia naturaleza o identidad, y un elemento del cual está espléndidamente orgulloso. Él es personalmente superior en virtud de la superioridad de ser blanco. Por lo tanto, erra burdamente cuando dice: "Si yo fuera negro, no apoyaría la acción afirmativa". La declaración es un devaneo. El "yo" que quita el color de la piel para ponerse un color de piel diferente, presumiblemente de la manera en que uno cambia de camisa, elimina también su historia de vida y todas las experiencias de vida de su yo blanco y las reemplaza con las experiencias históricas de su yo negro inexistente. Sin embargo, el referente del "yo" se supone que conserva su identidad durante el cambio. ¿Quién puede darle sentido a esto? Hablar de raza es hablar de identidad personal; perder su raza es perder su identidad. (Estoy escribiendo aquí del uso y del entendimiento habitual, el tema apropiado para esta discusión. Prescindo de la falta de fundamento científico del concepto de raza biológica). Y si su identidad racial le confiere un yo superior, un desafío al racismo es un golpe a su orgullo personal e integridad. Es la pérdida de un estatus preciado, una degradación personal. Por supuesto, es confrontado con una feroz resistencia.

El punto es quizá más evidente en el caso de la identidad sexual. El hombre machista habla cosas sin sentido, dice algo que no es ni verdadero ni falso, cuando proclama: "Si yo fuera una mujer, no apoyaría la acción afirmativa". Si soy un hombre, eso no es una característica meramente contingente de mí ser, como es el color de mi cabello. Sé lo que sería si mi cabello fuera rojo en vez de negro (léase: cano). No tengo idea de cómo sería si fuera "yo" una mujer. Tomamos nuestro género como un componente esencial de nuestra individualidad. Cuando se considera que la condición de ser hombre es es superior a la de ser mujer -una mayor capacidad de liderazgo, superiores poderes analíticos (el axioma de Lawrence Summers), el predominio de la razón clara sobre la emoción ciega, etc., la personalidad del hombre es exaltada. Desafiar el sexismo no es meramente rechazar una ideología política, es, para el sexista, una disminución de su propia condición de persona. Él resiste como loco.

Hay mucho en juego en el racismo y el sexismo. Igual que hay tanto en juego con respecto al nacionalismo, y por las mismas razones.

La nacionalidad de una persona es parte de lo que ella es. "Si yo fuera chino..." ¿Eh? La incorporación de uno a una comunidad lingüística y cultural no es un contribuyente menos poderoso a la identidad de uno que,  la historia de las experiencias raciales o de género. Ser aculturado como un  estadounidense es adquirir una identidad que comparte en la extraordinaria grandeza del país. "Orgulloso de ser un americano" tiene mucho más robustez que "orgulloso de ser español". Como un amigo mío, heredero de una herencia de fondos fiduciarios, declaró recientemente, "la gente pobre aquí no se queja porque saben que si fueran pobres en África no tendrían coches y televisores como los pobres aquí". Dejemos a un lado la matryoshka de falsedades implícitas en esta observación. El espíritu del comentario refleja el americanismo: no importa lo miserable que se pueda ser, se está mejor siendo americano. Porque América es el mejor lugar del mundo. Y tú, lo sepas o no, eres un beneficiario de esa grandeza.

La superioridad absoluta no es la única característica distintiva de los EE.UU. Es probablemente el único país en el mundo donde el capitalismo esta incorporado a la identidad nacional.

Antiamericanismo y anticomunismo

El distinguido economista político e historiador económico Robert Heilbroner comentó en una ocasión que los estadounidenses eran la única población que exhibe lo que él llamó "patriotismo económico". Por las razones antes expuestas, prefiero el "nacionalismo económico" como más preciso. La caza de brujas de la posguerra de los comunistas destacó al absurdo Comité del Congreso sobre Actividades Antiamericanas. Durante el apogeo de la histeria anticomunista, ser un comunista, esencialmente alguien que rechazaba el capitalismo, se definió como ser antiamericano. Ser un americano era por naturaleza (pero por supuesto no exclusivamente) agitar la bandera del capitalismo. Rechazar el capitalismo era rechazar, renunciar a los EE.UU, estar "contra América". Igual por denunciar la política exterior estadounidense, es decir derrocamientos y guerras, realizadas en nombre del anticomunismo. En ningún otro país ser un comunista es considerado, p.ej. renunciar a Italia, o a Suecia o.... Si la identidad  de uno como americano es incluir el compromiso de uno con el capitalismo, un americano es la viva encarnación de la auto-expansión del valor de cambio. El comunismo es entonces una amenaza para la integridad personal de los estadounidenses de la manera en que exigencias por la igualdad de sexos y racial crucifica la identidad personal del racista y el sexista. Los comunistas americanos eran, en efecto, estadounidenses que se odiaban a sí mismos, tal como los antisionistas judíos que son llamados por los sionistas,  judíos que se odian a sí mismos. Así como, para los sionistas, el compromiso con Israel es parte de lo que significa ser judío, así mismo para los estadounidenses ser anticomunistas se supone que es esencial para ser estadounidense. No es de extrañar la terquedad del anticomunismo entre los estadounidenses. ¿Quiénes quieren dejar de ser quiénes son?

Un gran número de norteamericanos fueron aculturados con éxito en esta metafísica. Esto debe ser un elemento de una respuesta del "¿Por qué no hay socialismo en América?" Es al menos en parte relacionado con el nacionalismo económico.

¿Está la identidad americana experimentando una transformación?

Hay un aspecto positivo en esta situación. Es un acontecimiento de gran relevancia histórica el que el dominio del nacionalismo económico se ha relajado en los últimos tiempos. Dos desarrollos históricos han contribuido.

La acometida contra el comunismo estuvo siempre asociada con una correspondiente acusación de traición. La política anti-comunista se había asociado en sus años formativos de la Guerra Fría con el archienemigo de Washington, la Unión Soviética. Se decía que los comunistas o "simpatizantes comunistas" habían prometido lealtad a un enemigo extranjero. "Si usted piensa que el comunismo es superior al capitalismo, ¿por qué no se muda a Rusia?" El anticomunismo estadounidense necesitaba de la Unión Soviética para mantenerse vivo y próspero. La disolución de la Unión Soviética disolvió gran parte de lo tangible del anticomunismo. La "amenaza" comunista había desaparecido. Pensar sobriamente sobre el socialismo pasó de ser amenazante. Un obstáculo importante para reflexionar sobre alternativas al capitalismo había mordido el polvo.


Los estadounidenses siempre han mezclado el comunismo y el socialismo. Que ahora el político más popular en Estados Unidos, según encuestas realizadas por Fox News y otros, sea un socialista declarado es algo que ninguno de nosotros habría creído posible hace unos años. No importa que Sanders no sea socialista. Se ha roto un precedente americano: ahora es posible en muchos círculos plantear la cuestión de la superioridad del socialismo sobre el capitalismo sin ser desestimado como un chiflado. Una encuesta nacional de 2009 de Rasmussen Reports reveló que "sólo una ligera mayoría de adultos estadounidenses cree que el capitalismo es mejor que el socialismo". No importa que la mayoría de los encuestados probablemente tuviera sólo la vaga idea de lo que significa "socialismo". Lo que importa es que muchos estadounidenses son ahora capaces de interpretar el sistema económico como una construcción externa a ellos mismos y sujeta a cambios sin amenaza para su integridad como estadounidenses. Si este es el caso, entonces la identidad política de los estadounidenses está en proceso de transformación. Con esto pueden venir posibilidades transformadoras sociales y políticas. Me parece que hemos entrado en una nueva era. En sí mismo, no promete nada. Pero con una eficaz educación popular y organización militante, puede contribuir a hacer toda la diferencia en el mundo.






Publicado por La Cuna del Sol
USA.

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