lunes, 14 de noviembre de 2016

El deplorable Trump el nuevo presidente de los EE.UU

Trump se convirtió en el vocero de esa clase que había sido traicionada y abandonada por las sucesivas administraciones del bipartidismo tradicional al servicio de los grandes intereses económicos y militares del imperio, esos deplorables ahora se encontraban con un hombre que pensaba y hablaba como ellos, a pesar de ser parte de esa elite rica que les había dado la espalda.


EL DEPLORABLE TRUMP EL NUEVO
PRESIDENTE DE LOS EE.UU



Uno de los fatales errores de Hillary Clinton, la Reina del Caos o de la Guerra (Killary, la llaman otros con mucho acierto; Afganistán, Irak, Libia, Siria y Honduras, como mudos testigos de sus matanzas imperialistas), fue haber calificado a los seguidores de Donald Trump como una cesta de deplorables, irreformables. Su desprecio, típico de la elite blanca con suficiente poder político y económico sirvió a la postre para galvanizar a ese numeroso sector de destituidos para que votaran masivamente por el multimillonario neoyorkino convirtiéndolo así en el nuevo presidente de los EE.UU. Al contrario de lo que dicen ahora los desprestigiados medios del establishment pro Clinton que llevaron a cabo una campaña de linchamiento público sin precedentes contra Trump, el resultado no fue una sorpresa, era algo que se veía venir desde el mismo momento en que demolió en la primarias republicanas a todos sus rivales.

La mayoría de “expertos” de los medios de comunicación que discutían sobre la inevitabilidad de la presidencia de Hillary, pasaron por alto o prefirieron obviar el hecho que Trump había hecho trizas a uno de los miembros del poderoso Clan Bush, el insípido Jeb, que se pensaba sería el nominado del partido Republicano que se enfrentaría en la final a Hillary Clinton. (Se daba por un hecho que Killary no tendría mayores dificultades en derrotar a un paquete deforme de la talla del republicano Jeb Bush). Pero los preconcebidos planes del establishment político estadounidense se vieron interrumpidos por la irrupción del incorregible multimillonario de Manhattan quien con un discurso nacionalista sencillo que apelaba a sentimientos antiinmigrantes, la xenofobia y despotricando contra la corrupción e incapacidad de la clase gobernante, todo sintetizado en el lema “Make America Great Again”, fue capaz de tocar y sacar a flote ese profundo resentimiento de clase que por mucho tiempo ha anidado en esa otrora floreciente clase trabajadora blanca que ha sufrido en carne propia las terribles consecuencias de la ola globalizadora neoliberal que ha devastado regiones enteras de la América profunda, como el famoso Rus Belt, donde la industria manufacturera, del acero y el carbón, con sus buenos empleos, constituían parte del orgullo y la identidad de sus habitantes.

Donald Trump supo interpretar ese resentimiento de clase, canalizarlo y elevarlo a su máxima potencia. Trump se convirtió en el vocero de esa clase que había sido traicionada y abandonada por las sucesivas administraciones del bipartidismo tradicional al servicio de los grandes intereses económicos y militares del imperio, esos deplorables ahora se encontraban con un hombre que pensaba y hablaba como ellos, a pesar de ser parte de esa elite rica que les había dado la espalda. Como nunca antes un candidato presidencial perteneciente a un partido afín al poder económico y militar públicamente arremetía contra todo el establishment estadounidense acusándolo de ser el causante directo de la destrucción del sueño americano, de haber convertido a la nación número uno en un país tercermundista, de ciudades fantasmas e infraestructura dilapidada.

Uno de los anuncios de su campaña política sacado al aire antes del día de la elección manifestaba que Goerge Soros, Janet Yellen, a cargo de la Reserva Federal y el banquero Lloyd Blakfein (Goldman Sachs), eran parte de una estructura de poder global responsable por las decisiones económicas que han resultado en el robo a nuestra clase trabajadora, en el despojo de la riqueza de nuestro país y han puesto ese dinero en el bolsillo de un puñado de grandes corporaciones y organizaciones políticas.  

Similarmente acusaba a la elite republicana especializada en materia de seguridad nacional, que le cuestionaba su capacidad para dirigir el país, de ser los responsables de las desastrosas decisiones que han convertido al mundo en lugar caótico y peligroso, la fracasada elite de Washington buscando perpetuarse en el poder, esta gente con acceso privilegiado, junto con Hillary Clinton, son los culpables de la invasión en Iraq, del desastre en Benghazi y del surgimiento del Estado Islámico, es tiempo que respondan por sus acciones. Estas osadas declaraciones le valieron a Trump el ser declarado el enemigo público número uno del establishment político, económico y militar de los EE.UU. Sin embargo, era un héroe para los millones de depauperados, red necks, white trash, que simpatizaban con él.

No se sabe hasta que punto Donald Trump como presidente será capaz de cumplir con sus promesas de campaña, sobre todo en revitalizar la economía y crear o recuperar los millones de empleos perdidos a causa de la desindustrialización experimentadas en la últimas décadas de destructivas políticas económicas neoliberales implementadas por republicanos y demócratas. Tampoco se sabe si podrá establecer mejores relaciones con Rusia y China y reducir la enorme tensión que se ha venido acumulando con esas dos potencias como resultado de la belicosidad de las facciones guerreristas, neoconservadoras y liberales intervencionistas enquistadas en Washington y que tienen al mundo al borde de una catástrofe de enormes dimensiones. No se sabe hasta qué punto Trump tendrá la voluntad y la audacia política para vencer la resistencia y deshacerse de esa clica nociva de auténticos criminales que pulula en los pasillos del poder en Washington, es decir, “drenar el pantano de la actual burocracia y sacudir el establisment”, como lo prometió en su campaña. Es difícil saber si Trump podrá reemplazar esa poderosa facción  que de alguna manera tratara de infiltrarse en su gabinete, como ya se especula que lo está intentando, con el objetivo de impedir que Trump cumpla con sus promesas, principalmente, reducir la beligerancia y establecer relaciones de amistad y cooperación con Rusia.

Seguramente el nuevo presidente la tendrá muy difícil, sobre todo si la gente que se ha opuesto a él desde un principio, al menos en el papel, acentúan la presión y el clima de hostilidad en su contra, como ya viene sucediendo con la serie de protestas montadas en su contra en varias ciudades estadounidenses, las insinuaciones sobre que carece del mandato popular y la sugerencias que busque el asesoramiento de los eternos indispensables que cuestionaron su capacidad o de lo contrario fracasará, incluso se menciona la posibilidad de un juicio político en su contra en un futuro no muy lejano.


Hasta ahora, el presidente electo Donald Trump es una incógnita en cuanto a  la forma y el rumbo que tomará su futuro gobierno, una cosa son sus promesas de campaña y algo muy diferente lo que hará, o le dejaran hacer en la práctica. El viejo establishment excepcionalista estadounidense ha acumulado demasiado poder y fortuna como para permitir que su agenda de dominación sea puesta en riesgo y peleará hasta la última gota de sangre para conservar esa posición y evitar que el conjunto de instituciones que ha moldeado de acuerdo a sus intereses de clase se les escape de las manos. Después de todo Donald Trump es una creatura de ese sistema capitalista explotador, saqueador y destructor de naciones, creyente en la idea de la nación indispensable, la numero uno.    






Publicado por La Cuna del Sol
USA.

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