miércoles, 1 de abril de 2015

Siria: ¿Por qué Assad sigue en el poder?

El régimen no podría haber sobrevivido sin el amplio apoyo entre su propia población, y no solo entre las minorías, escribe Edward Dark residente en Alepo, la milenaria ciudad siria declarada patrimonio cultural de la humanidad y que ha sido devastada por la guerra que ha entrado en su quinto año.


SIRIA: ¿POR QUÉ ASSAD SIGUE EN EL PODER?


Por Edward Dark

El conflicto sirio ha entrado en su quinto año, y Bashar al-Assad está todavía en el poder desafiante como siempre. De hecho, parece estar cada vez más seguro después de superar lo peor de la tormenta. Las perspectivas para su eliminación o el colapso de su régimen ahora parecen cada vez más remotas después de que los EE.UU fijó como prioridad derrotar al Estado Islámico, relegando el cambio de régimen en Siria a un segundo plano de forma indefinida.

Entonces ¿por qué  razón Assad ha sobrevivido durante tanto tiempo frente a tales obstáculos aparentemente abrumadores? ¿Por qué ha sido capaz de resistir a las principales potencias mundiales, a vecinos hostiles en todas las fronteras y decenas de miles de combatientes rebeldes bien armados contra él? El surgimiento del EIIS y sus redes de terror sin duda jugaron un papel importante al cambiar el enfoque global sobre su régimen y concentrarse en la forma de contrarrestar las graves amenazas a la seguridad mundial representada por el EIIS.

El incondicional apoyo político, financiero y militar de los aliados más fervientes de Assad, Rusia, Irán y Hezbolá fueron también un factor importante en la estabilización del control de su régimen sobre el territorio. De hecho, la presencia directa de los combatientes de Hezbolá fue instrumental en el conflicto al revertir las ganancias rebeldes en varios frentes estratégicos, así como en asegurar el control de los principales centros de población urbanos que todavía están total o parcialmente bajo el control del régimen. Esto con la excepción de Raqqa que cayó en manos del EIIS después de que fuera tomada por los rebeldes en 2013.

Aparte de esos dos factores importantes, existe un tercero y muy crucial factor el cual es mayormente pasado por alto o apenas reportado, ya que no encaja con la retórica y la narrativa establecida. Esto es especialmente cierto entre las naciones hostiles al régimen sirio, o los grande medios de comunicación globales. La clave para entender el secreto de la longevidad del régimen es, el continuo apoyo de que goza entre vastos sectores de la población siria, aunque muchos sirios lo hacen por temor de las alternativas que se les presentan.

Lo que no es ampliamente conocido es que, antes del levantamiento del 2011, Assad era un presidente genuinamente popular que gozaba de un amplio apoyo entre la mayoría de los sectores de la sociedad siria. Incluso solía conducir su propio automóvil y caminar en los mercados con un detalle mínimo de seguridad a la vista, a menudo atrayendo a grandes multitudes de entusiastas. Realmente no había necesidad de fabricar este tipo de propaganda en Siria, como es el caso en la mayoría de otras dictaduras.

Pero el sentimiento popular se volcó firmemente contra él y su régimen, cuando las primeras protestas inspiradas por la Primavera Árabe comenzaron a extenderse a través de Siria y fueron violentamente reprimidas disparándosele y matando a la gente en las calles. Ese fue el punto más bajo de apoyo del régimen donde sólo los leales e incondicionales seguían defendiendo lo que aparentemente era una causa perdida. Muchos funcionarios y oficiales del ejército abandonaron la nave en previsión de su inminente naufragio. Contrariamente a lo que se estaba pregonado en ese momento en diversas capitales de todo el mundo y a un torrente sin fin de especulaciones de los medios de comunicación y de "expertos" sobre si sería este mes o el siguiente -la nave no se hundió.

En retrospectiva, esto era sólo otro método por el cual los sirios y la opinión pública mundial fueron engañados y confundidos, hubo más interferencia en el conflicto y fue "despojado" de su carácter de un movimiento de protesta de masas para ser transformado en una caótica y destructiva guerra civil. No había manera concebible en absoluto que solo las protestas, sin importar lo grande que fueran, serían capaces alguna vez de quitar un régimen tan poderoso, omnipresente y brutalmente astuto sin una intervención militar externa. Cualquier analista del Medio Oriente que se precie podría haber dicho eso.

De hecho, las protestas masivas fueron aplastadas con éxito en el verano del 2011, y el ejército sirio entró y restauró por la fuerza la autoridad del gobierno en todos los pueblos y ciudades rebeldes; el levantamiento de Siria en gran medida pacífico estaba ahora efectivamente terminado.

Por supuesto, las naciones que estaban fuertemente comprometidas en la eliminación del régimen pensaban de otra manera, y comenzó la siguiente fase; una insurgencia armada financiada y apoyada por ellos. Mientras tanto, las narrativas oficiales y de los medios de comunicación predominantes nunca cambiaron, mientras la violencia en Siria se intensificó y un conflicto civil -en gran parte impulsado y sostenido externamente- envolvió al país. Sin embargo, se fue haciendo cada vez más claro que el extremismo, sectarismo y grupos yihadistas estaban en ascenso y obteniendo una posición dominante en la insurgencia.

Esto fue revestido de nuevo a favor del escenario "el régimen contra su propio pueblo", a pesar de que muchas de esas personas estaban ahora recurriendo en masa al régimen porque estaban alienados por la violencia de la guerra, la destrucción, el fanatismo y el caudillismo de los muchos grupos rebeldes.
Esta inversión del apoyo popular hacia el gobierno fue el resultado inevitable de una insurgencia fallida y en punto muerto que había por ahora engendrado grupos ultra-extremistas como el EIIS y otros afiliados de al-Qaeda. Esto no quiere decir, por supuesto, que el régimen sirio no hiciera uso de todos sus recursos posibles para asegurar su supervivencia, y peleando en la guerra urbana con personal limitado utiliza la fuerza masiva y la violencia indiscriminada que resulta en gran pérdida de vidas civiles.

Estos crímenes de guerra están bien documentados. Pero aquí hay que hacer una distinción importante; el régimen sirio se enfoca en áreas geográficas bajo control de los rebeldes, no grupos específicos de personas. Este punto se ilustra cuando los residentes de esas zonas huyen de los combates a las áreas más seguras bajo control del régimen, con muy pequeños incidentes de represalias.

Un buen ejemplo de la inversión del apoyo es la minoritaria comunidad ismaelita, concentrada principalmente en la ciudad de Salamieh en Hama. Durante el estallido de la sublevación Salamieh fue un foco de protesta civil pacífica, pero esto ya no es el caso. De hecho, Salamieh es ahora un importante bastión del régimen que protege sus líneas de suministro hacia el norte y ha estado bajo el fuerte y frecuente ataque rebelde, incluyendo el tipo que enajena más, el bombardeo indiscriminado de zonas civiles.

Esta transformación en el sentimiento entre la comunidad ismaelita, de opositores apasionados del régimen sirio a firmes partidarios, refleja tendencias similares entre las minorías religiosas de Siria y en una buena parte de su mayoría sunita que esta temerosa de perder su conservadora pero moderada forma de vida a la radicalización.

Por otra parte, significa que es todo lo contrario en el caso de la insurgencia y la oposición que, sin embargo, aún conservan un apoyo considerable pero incongruente, concentrado principalmente en aquellas áreas de donde provienen sus combatientes. En el caso de los grupos yihadistas como el EIIS y al-Nusra -que tienen un gran contingente de combatientes no sirios y una ideología ultra-extremista- el apoyo popular es obtenido a través de la destreza en el campo de batalla y la capacidad de proporcionar servicios básicos, ayuda y un nivel mínimo de presencia de la ley y el orden. Estos son todos los méritos que la corriente principal de la oposición siria, respaldada por Occidente y sus vagamente afiliados pero caprichosos grupos rebeldes "moderados" han fallado en lograr, erosionando aún más su apoyo en favor de los extremistas más competentes.

Un régimen que no tiene apoyo entre su propia población no puede sobrevivir años de guerra civil, no importa lo poderoso que sea o cuánto apoyo recibe del extranjero, eso simplemente va en contra de toda lógica. Una gran parte de la población siria todavía en el país sigue apoyando al régimen. Muchos provienen de las numerosas y diversas minorías religiosas de Siria, pero un número importante son también de las poblaciones sunitas en las ciudades más grandes y cosmopolitas de Damasco y Alepo.

Después de 3 años de guerra civil esta es una estadística sorprendente, y es una que es probable que usted no lea muy pronto en las noticias. Peor aún, si vive en el Medio Oriente, el conflicto sirio está moldeado por las cadenas de noticias dominantes pan-árabes propiedad de los países del Golfo que respaldan fuertemente la insurgencia, como un conflicto totalmente sectario, chiíes vs sunís. Esto ayuda a galvanizar el apoyo -y al principio incluso el reclutamiento- para la causa anti-régimen y mantiene la opinión pública árabe -en su mayoría sunita musulmana -de su lado.

La verdad, sin embargo, es mucho más matizada, aunque definitivamente hay una dimensión sectaria en el conflicto sirio y una significativa polarización interna a lo largo de esas líneas. El ejército sirio está compuesto en gran parte de reclutas sunitas, mientras que muchos voluntarios suníes en los grupos paramilitares que apoyan a las fuerzas regulares del gobierno luchan junto a las milicias chiitas extranjeras, como Hezbolá, contra una gran cantidad de grupos rebeldes que son todos exclusivamente musulmanes sunitas de diversos extremos -tanto locales como extranjeros. Es esta división sunita en Siria, que es tal vez el factor más importante, pero pasado por alto en la configuración del conflicto.

Una guerra civil prolongada favorece también al actor más poderoso en el terreno y al que puede proporcionar estabilidad, o al menos la posibilidad de ello, por muy tenue que sea. En el caso de Siria, sucede ser el Estado central, que para todos los efectos, es el régimen en el poder. Ellos están inexorablemente y orgánicamente unidos entre sí, de ahí que al deshacerse del régimen también se destruiría el gobierno central. En ausencia de cualquier alternativa viable y creíble, esto consolidaría el status de Estado fallido de una Siria envuelta en un constante conflicto interno en las próximas décadas.

Esta especie de colapso central también, es casi seguro, vería a grupos yihadistas ocupar el vacío, creando incluso mini-Estados más poderosos y extremistas, el caldo de cultivo y centro de exportación ideal para los fanáticos terroristas. Como se puede imaginar, esto no es una idea bien recibida por la mayoría de los sirios, ni de hecho por uno de los más poderosos partidarios de la oposición y la insurgencia, los Estados Unidos. Es, por el contrario, un resultado aceptable para otros como Israel, Turquía, Arabia Saudita y Qatar, que están obsesionados con el cambio de régimen a cualquier precio a pesar de las catastróficas consecuencias que un colapso desordenado tendría para la nación y las profundas y amplias repercusiones que alcanzaría.  

Este escenario se ajusta bien con sus propios intereses regionales estratégicos de contrarrestar la influencia y hegemonía iraní en el Medio Oriente, que en el caso de los países del Golfo e Israel es visto como una inminente amenaza existencial. Una Siria fracturada le negaría a Irán un aliado importante, y les permitirá retener esferas permanentes de influencia en el norte y el sur de Siria a través de sus milicias rebeldes mercenarias. A continuación ellos pueden acomodarse o hacer frente a los grupos extremistas en el largo plazo, al menos ese es su defectuoso razonamiento. Este interés intransigente es uno de los principales obstáculos para llegar a una solución política duradera del conflicto.

En medio de todo este temor e incertidumbre no podemos subestimar el apego psicológico y pragmático de muchos sirios a un gobierno central que sigue prestando al menos el mínimo de los servicios públicos, la burocracia civil y las instituciones del Estado, incluyendo la vigilancia, atención médica gratuita, educación, así como salarios y pensiones a los cientos de miles de funcionarios y empleados del gobierno. Este es el caso, incluso para los que están en la oposición o viven en los territorios del EIIS. Para muchas familias, esta es su única fuente de ingresos.

Siria es una nación dividida a lo largo de líneas geográficas y demográficas y esas divisiones se hacen cada vez más profundas entre más intratable se vuelve el conflicto. No hay ninguna perspectiva realista de una victoria militar para cualquier bando en un futuro cercano. Mientras tanto, la situación de los sirios comunes y corrientes continua siendo cada vez más desesperada dado que los grupos extremistas se aprovechan del caos para sembrar el terror a una escala industrial.

La única solución a este conflicto -como se ha repetido una y otra vez- es una solución política negociada. La única manera de lograrlo es sentarse y hablar con el régimen gobernante no importa lo desagradable o controversial que puede parecer. Por todos sus actos reprensibles, el régimen en el poder representa el Estado central, el ejército sirio y una parte considerable de los sirios y sus intereses.

Sería un disparate ignorar todo eso y seguir empujando las mismas narrativas miopes que nos han llevado a ninguna parte excepto a más violencia. Al final del día, es el enemigo con quien usted tiene que negociar para poner fin a la guerra, no sus amigos.



Edward Dark es un columnista residente en Alepo que colabora con MME’s y escribe bajo un seudónimo






Publicado por La Cuna del Sol
USA. 

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