martes, 13 de agosto de 2013

REDES SOCIALES DEFORMAN EL LENGUAJE



Participar del debate democrático es un derecho que, como todos los derechos, supone deberes: los deberes de opinar con algún tipo de conocimiento de lo que dice, de hacerlo razonablemente y, unido a esto último, de decirlo respetando las reglas básicas de la lengua en la que se habla o se escribe. Todo esto se violenta gravemente en las “redes sociales”.


REDES SOCIALES Y DEFORMACIÓN DEL LENGUAJE


Luis Armando González (*)


SAN SALVADOR - En el debate democrático cuenta la calidad de las opiniones, es decir, su consistencia respecto de aquello a lo que las mismas se refieren. Un debate en el que no importa la calidad de lo que se dice no es un debate democrático, sino un juego demagógico. Asimismo, las opiniones que entran en la arena del debate democrático deben tener, además de calidad, razonabilidad. No entender esto es confundir la democracia con la demagogia.

En las llamadas “redes sociales” facilitadas por la televisión para que la gente opine se dicen, muchas veces, cosas absurdas, las cuales ameritarían una corrección inmediata si se tratará de una auténtica práctica democrática (dialógica y crítica). Lo que se tiene, en realidad, es un aguacero de opiniones y valoraciones dichas, las más de las veces, de manera ligera e irresponsable, y que nadie corrige o refuta, con lo cual visiones distorsionadas de las cosas quedan en el aire.

Por supuesto que hay opiniones valiosas, pero lamentablemente se diluyen en el mar de comentarios ligeros y, las más de las veces, confusos. O sea, lo bien dicho es nulificado por la abundancia de mensajes sin sentido.

Y algo grave: lo que se dice, por lo general, se dice mal; es decir, se distorsiona de tal manera el lenguaje que, sólo por ello, esas opiniones no tendrían ningún derecho a ser divulgadas públicamente. Participar del debate democrático es un derecho que, como todos los derechos, supone deberes: los deberes de opinar con algún tipo de conocimiento de lo que dice, de hacerlo razonablemente y, unido a esto último, de decirlo respetando las reglas básicas de la lengua en la que se habla o se escribe. Todo esto se violenta gravemente en las “redes sociales”.

Y en la escritura del español se cometen tales abusos y perversiones que al ser difundidas públicamente empobrecen no sólo la democracia, sino la cultura de la sociedad. O sea, cada día en que se difunden las deformaciones del español por la televisión, la sociedad se empobrece en su visión de mundo, esto es, en su cultura.

He aquí algunos ejemplos de las joyas que (mal) nutren cotidianamente el imaginario colectivo en El Salvador: “lla vasta de tanta política los politicos son corructos”, “la zosiedad salvadoreña ezta arta de q aya estorciones”, “el salvador es pandiyelandia”, el govierno no ace lo q le toka para convatir al crimen organisado”, etc.

En marco democrático, que confluyan y se confronten distintas opiniones es importante porque a partir de esa dinámica se puede lograr una mejor aproximación a la verdad, lo cual no se logra sumando opiniones, sino eligiendo las más razonables y contrastables de cara a la realidad.   Es decir, no todas las opiniones valen lo mismo. Creerlo es profesar no la democracia, sino la pseudodemocracia. No tener la decencia de corregir a quienes escriben barbaridades, lejos de apuntalar la democracia, la debilita y sumerge al pueblo en la niebla de la ignorancia idiomática que es algo ciertamente grave para una vida social medianamente civilizada.

(*) Columnista de ContraPunto











Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.

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