lunes, 22 de julio de 2013

IDEOLOGÍAS Y DEMONIOS


(…) La ciencia pareciera estar al servicio de la alienación y no como logro supremo de la inteligencia humana para hacer posible una vida mejor. Todo esto lo ha hecho el diablo  -llámesele Asmodeo, Súcubo, Íncubo, BID, FMI-  para que la paz y la sana convivencia no tengan lugar en la tierra. Como el Diablo es un cabrón, sin temor de Dios, claro está, también hizo después de una noche de juerga, con un terrible aliento alcohólico y los ojos con un rojo mariguano; las ideologías. A tal punto ha difundido sus diversas e insidiosas opiniones (pues las ideologías son un sistema de opiniones políticas, filosóficas, jurídicas, religiosas, etc.) que un intelectual norteamericano de origen japonés, Fukuyama, en un rapto de cálamo currente, a raíz de la desaparición del sistema socialista europeo en la década de los noventa, fue embrocado a decir por el Diablo una mulada colosal, revestida de sapiencia académica: “Es el fin de la historia”.



LAS IDEOLOGÍAS ANDAN
DE LA MANO DEL DIABLO


Por Luciano Castro Barillas

Un refrán piadoso refiere que el diablo nunca aprendió a sumar ni a multiplicar, sólo a restar y dividir, pues nació con un espíritu disgregador, como la idiosincrasia del guatemalteco, tal lo dijera en su momento don Luis Cardoza y Aragón durante su larga estancia en México. Afirmaba que  (…) donde dos guatemaltecos se juntan a hablar de política, surgen tres partidos políticos”. En efecto, desde la extinción del régimen de la comunidad primitiva y el surgimiento de la propiedad privada la humanidad se dividió en ideas y en dos clases fundamentales: la de los explotadores y la de los explotados. Unos diez mil años han transcurrido desde este desaguisado histórico-social  y la convivencia en la sociedad posmoderna, la de la alta tecnología, está peor que nunca. Hemos llevado al planeta (la casa de todos los hombres) al borde de la destrucción, por un irrefrenable delirio de codicia y estando las cosas como están los seres humanos no dejan de lanzar piedras a su propio tejado. El afán de tener y no ser, la locura por el consumismo, el afán de dominio imperialista del capital, el exceso de confort, la búsqueda paranoica de las apariencias o los marbetes sociales de todo tipo, han dado lugar a una pedagogía siniestra: la banalización de la vida y del ser humano. El sentido de la vida, de la existencia en todos los órdenes; se ha frivolizado. La ciencia pareciera estar al servicio de la alienación y no como logro supremo de la inteligencia humana para hacer posible una vida mejor. Todo esto lo ha hecho el diablo  -llámesele Asmodeo, Súcubo, Íncubo, BID, FMI-  para que la paz y la sana convivencia no tengan lugar en la tierra. Como el Diablo es un cabrón, sin temor de Dios, claro está, también hizo después de una noche de juerga, con un terrible aliento alcohólico y los ojos con un rojo mariguano; las ideologías. A tal punto ha difundido sus diversas e insidiosas opiniones (pues las ideologías son un sistema de opiniones políticas, filosóficas, jurídicas, religiosas, etc.) que un intelectual norteamericano de origen japonés, Fukiyama, en un rapto de cálamo currente, a raíz de la desaparición del sistema socialista europeo en la década de los noventa, fue embrocado a decir por el Diablo una mulada colosal, revestida de sapiencia académica: “Es el fin de la historia”. Toda la derecha internacional lo creyó pues, irremediablemente, la tendencia objetiva de la realidad de esa década era irrefutable. El socialismo se caía en pedazos y no podía ni pudo nadie evitar su colapso. Más que un desastre político era una devastación cultural. El fin de la historia debía asumirse, pues, como el fin de las ideologías. Un mundo unipolar emergía para nada bueno. Los gurús nacionales del neoliberalismo despotricaban rozagantes en la cátedra universitaria, en la prensa escrita, radial y televisiva y no se desaprovechaba espacio para afirmar una y otra vez que las ideas capitalistas eran las correctas. Que la verdad era de ellos. Pero no era así. El capitalismo como siempre lucía y era exitoso, pero lamentablemente, como siempre, no tenía la razón. No podía resolver una simple ecuación, hecha compleja por alguno de los tantos demonios del averno, para enfatizar en una contradicción irresoluble o una aporía escandalosa: no poder darle felicidad a las grandes mayorías humanas generadoras de la riqueza social, aunque no las propietarias de los medios de producción. Cuando se quebró la columna vertebral del sistema capitalista  -su sistema financiero, la plata, el dinero, las fichas-  y tuvieron los grandes sacerdotes de lo privado que recurrir al auxilio del Estado, surgieron por allí teorías enloquecedoras como la del doctor Manuel Ayau, quien herido de muerte en su ideología fundamentalista de mercado solo atinó a decir (…) que la quiebra del sistema financiero en los Estados Unidos era resultado de la aplicación  de muchas medidas socialistas !!!  Era bastante probable que algún demonio embaucador lo hubiese poseído en ese momento armándole un galimatías atroz en la cabeza. Así son las filosofías políticas, las ideologías: fanatizan y embrutecen a sus detentadores. Pero a las ideologías políticas   -por cierto las más populares-  hay que agregarle las filosóficas (positivismo, neopositivismo, existencialismo, etc.), las religiosas (cristianismo, islamismo, budismo, judaísmo, los devotos en Maximón y hasta los creyentes en Doña Rosa La Purera, mística jutiapaneca del Barrio El Cóndor). O bien las ideologías jurídicas fundamentadas en buen tratado de filosofía del derecho que, debidamente estudiado dará potencia argumentativa al alegato judicial. Las ideologías son diversos niveles de apreciación de la realidad, variados sistemas de opiniones sociales, unas llevadas a altos niveles de cientificidad como el marxismo-leninismo y otras auténticas  y peligrosas tonterías como el fascismo y el nazismo. Pero la división catastrófica y hasta patética de las ideologías ocurrió en la segunda mitad del siglo XIX con la emergencia del marxismo, al difundirse la doctrina de la clase obrera y de los oprimidos. El mundo se partió en dos, en una nomenclatura binomial: el idealismo representando al mundo capitalista y el materialismo, encabezado por Marx y sus seguidores.  “Marx era el Anticristo”, dijo una viejita beata de camándula al pecho. Dividió a la sociedad humana para no volverse a integrar jamás. O al menos mientras exista el sistema capitalista.

Las ideologías, pues, son la sal del mundo. Por ellas viven y mueren los politiqueros, aunque no sepan de qué se trata, lo cual no quiere decir que estén desprovistos de ellas.  Por las ideologías se tiene por ideal el hacer dinero o tiene poca importancia para otros. Por esa razón mental perturbadora hay muchos imbéciles que confunden valor con precio y hay muchos hombres de gran éxito aunque no tengan la razón. Por las ideologías abunda la pobreza y escasea la riqueza. Por las ideologías se difundió el adagio “Militar y cura comida segura” y por las ideologías los guatemaltecos votan y creen en los que los desprecian y niegan su voto a quienes han luchados por ellos. Por las ideologías es más seguro “Una cuarta de juez y no cinco varas de justicia” y por las ideologías corre riesgo un escritor de que se le llame idealista, porque no se sabe que es un hombre con ideales. 

Por eso las ideologías dicen que andan de la mano del Diablo: son irreconciliables y antagónicas. En La Ideología Alemana, de Marx y Engels, usted podrá entender un poco de marxismo y saber, por ejemplo, que el filósofo Feuerbach era un materialista no dialéctico y Hegel un dialéctico no materialista, y aunque parecían dos filósofos con sistemas irreconciliables, apareció un señor llamado Karl Marx y los juntó, para no darle la razón al Demonio con aquella expresión de que “Dios los crea y el Diablo los junta”.










Publicado por LaQnadlSol
CT., USA. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado Don Luciano, como siempre ha escrito un artículo genial. Siempre me ha hecho reír con su irreverencia pero también me ha impresionado con su habilidad de cubrir temas bastante controversiales con humor y seriedad al mismo tiempo. AH, QUE DIABLO MAS CABRÓN! ANDA SUELTO POR EL MUNDO!