viernes, 28 de junio de 2013

LOS MATICES ROSAS…


Brasil, “la potencia económica emergente” ya no provee bienestar ciudadano, ni el opiáceo socialdemócrata y el fútbol podrán seguir adormeciendo sus mentes. Ni Dilma, la presidenta, podrá seguir enarbolando la bandera del Brasil próspero elogiado por Biden, a sabiendas que es una pícara coba para consumo externo, porque hacia adentro de Brasil nadie lo cree. Se le cayó de las manos a Dilma el estandarte demagógico y la gran asignatura pendiente sobre los derechos humanos en Brasil como el racismo y la redención de las favelas, para citar lo más inmediato.



LOS MATICES ROSAS
DEL REFORMISMO LATINOAMERICANO


Por Luciano Castro Barillas

La expresión, ola rosa o marea rosa, que barrió las playas de América del Sur en los últimos diez años, da la impresión que está llegando a su fin. Es víctima del inmovilismo, resultado que el reformismo tiene un límite y a ese límite de reformas dentro del sistema, aparentemente están llegando a su fin. Nunca el reformismo ha tenido los alcances históricos que sus impulsores han querido conferirle. Ha transitado siempre por la mediocridad política. Nunca el músculo político de los afeites y aderezos al sistema, la socialdemocracia, puede llegar tan lejos, por un asunto lógico: el paso de profundización en la constitución de un modelo de profundas reformas sociales y políticas no puede ir nunca por esa vía, al menos si se quiere perdurable. En las catastróficas condiciones sociales y económicas de las democracias burguesas latinoamericanas eso ha parecido mucho, aunque realmente es bien poco. No creo tampoco que la dirigencia cubana haya creído en el algún momento que el proceso de edificación del socialismo podría ir, en algún momento, por ese camino. Tal vez sí, un proceso de acercamiento entre los gobiernos de izquierda,  no de integración, porque esa palabra entraña valores orgánicos, fundamentales, que no puede articularse de manera estratégica con un espectro variado de colores rosas, por lo tanto, son alianzas coyunturales con ciertas coincidencias ideológicas y políticas. El sacrificio y la renunciación no es parte del dictum de ideas políticas de la actual dirigencia izquierdista, que llevará los esfuerzos de reforma hasta donde se pueda y si se caen, pues, sencillamente se caerán y no habrá defensa  a ultranza de las mismas, digamos,  hasta las últimas consecuencias, que se ufanan en decir los izquierdistas, a sabiendas que eso de las “últimas consecuencias” es solo un decir.  Esas posiciones “anacrónicas” que muchos temen proclamarlas, están frescas y vigentes, dependiendo del compromiso. Los avances de fondo están fuera de su lenguaje, por una sencilla razón: esos procesos necesitan de más convicción y resolución. ¿Renunciar, como Jacobo Arbenz, para que no corra la sangre y 36 años después fue una efusión sanguínea incontenible? La veleidosidad de las masas se comprobó en Venezuela ante un cerrado o casi agónico triunfo electoral del chavismo. Porque su proceso no ha pasado por el crisol que pasan los grandes procesos históricos: la guerra necesaria y justa. La lucha de clases en su máxima expresión, donde todo se decanta, se purifica, se hace estratégico, empezando por las ideas. La historia es aleccionadora: ¿qué proceso trascendente en la historia no pasó por la guerra? ¿Qué proceso “trascendentalista” como el reformismo tuvo larga vida? Todo enemigo de clase tiene que ser derrotado y destruido. Tiene que ser sometido. ¿Incivilizada expresión? No lo creo. Es que las verdades trascendentes de la justicia, la razón y el derecho se imponen. Bueno, habría que preguntárselo a Fidel. Las verdades “trascendentalista” se negocian, se hablan, se discuten y luego perecen. La verdad la impone el ganador de la guerra. En Guatemala la oligarquía detenta desde 1954 “su verdad”. Eso así ha sido siempre y así será. El mundo no podrá nunca cambiarse con propuestas amables. En la antigüedad romana se hicieron esos descubrimientos y después sistematizados por Marx: “Mientras los hombres no sean mejores, se tiene que tener desenvainada la espada”. Las fuerzas reaccionarias imponen por todo el mundo sus verdades neoliberales y los Estados Unidos con las antiguas potencias coloniales del pasado van ganando la batalla. La tolerancia política o la generosidad política entre las personas también acontece en los movimientos sociales y entre los países y esas olas rosas o reformistas están llegando a su final. Podría ser que su crisis sea el catalizador para el salto dialéctico de calidad, pero ello significaría la guerra, digamos, “militar”, porque la lucha política y económica ha sido, de algún modo, medianamente exitosa con sus bloques regionales. Las democracias participativas indudablemente avanzaron en los últimos diez años pero el modelo se ha corroído por que el mal va implícito es su propia naturaleza, solo para citar un ejemplo: el consumismo sin militancia, el aburguesamiento. La búsqueda de la mejor condición de vida sin acompañamiento de la educación política adecuada y el compromiso. De allí que resulta tan fácil saltar de patio, como ocurrió en Venezuela, donde pese a los apoyos sociales en educación vivienda, salud y subsidios alimenticios, la derecha tiene incuestionable fortaleza para revertir ese proceso social pese a las enfáticas y autosuficientes afirmaciones de Maduro: “¡Los ricos en Venezuela no volverán a ser poder!”. Por poco lo son. Y cuando esa “militancia” se desplaza hacia la derecha es porque diez años de proceso libertario no ha permeado sus conciencias y la panza ha sido la preeminente en ese compromiso ante la ausencia  de asuntos trascendentes como la guerra. Claro, cómo seríamos los seres humanos que todas las conquistas sociales fueran concesiones amables de las clases en el poder. No recuerdo ninguna. ¿Miedo a hablar de ella como la sífilis entre sanos? La guerra sin ser aventureros es algo que debe estar siempre pendiente como acción última, si no ¿para qué los ejércitos? Evitarla en lo posible, pero tampoco eludirla si es necesaria y justa. ¿Vergüenza por hablar de la guerra para exhibir un rostro pacifista? Creo que no. La guerra sigue siendo una opción válida para resolver conflictos que no pueden resolverse a través de la interlocución educada. La fuerza también tiene su razón aunque muchos filósofos hay preconizado por siglos su irracionalidad.  La lucha de clases militar no tiene por qué estar a un grado menor que la lucha de clases política, ideológica y económica. La confrontación es un camino, nunca elogiado, claro está, por las clases dominantes, sin embargo usada con gran entusiasmo por ellas. Algo poco probable con las dirigencias reformistas socialdemócratas, que nunca se posicionarían en ese punto de inflexión política porque no creen en ello. Al juego socialdemócrata nos empujó de manera difusa el imperio y allí se irá quedando si  no se avanza hacia democracias revolucionarias. No hay recetas, claro, pero la realidad se impone.  Porque, aunque no se diga, hay hegemonismos nacionales, afanes de preeminencia nacional; hipócritas nacionalismos por hacer cada cual de su comunidad nacional la mejor: Allí están a la mano los poco disimulados desencuentros entre uruguayos y argentinos o entre argentinos y brasileños. Y así otros ejemplos. Brasil, “la potencia económica emergente” ya no provee bienestar ciudadano, ni el opiáceo socialdemócrata y el fútbol podrán seguir adormeciendo sus mentes. Ni Dilma, la presidenta, podrá seguir enarbolando la bandera del Brasil próspero elogiado por Biden, a sabiendas que es una pícara coba para consumo externo, porque hacia adentro de Brasil nadie lo cree. Se le cayó de las manos a Dilma el estandarte demagógico y la gran asignatura pendiente sobre los derechos humanos en Brasil como el racismo y la redención de las favelas, para citar lo más inmediato. Sigue siendo una asignatura pendiente y donde gracias al espontaneísmo de las masas se han caído caretas, una de ellas y quizá la más internacional: la de Pelé. No cabe la menor duda que es el brasileño más intoxicado por el opio del fútbol, a tal punto que Romario dijo en una fina ironía que “Pelé es un gran poeta cuando permanece callado”.











Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.

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