viernes, 1 de marzo de 2013

LA PRIMAVERA ÁRABE:…

No solamente las raíces y las expresiones de estas “revoluciones” difieren enormemente, sino que la evolución de cada experiencia fue casi siempre única a cada país árabe. En los casos de Libia y Siria, el involucramiento foráneo (en el caso de Libia una guerra total de la OTAN y en el caso de Siria una contienda múltiple con actores regionales e internacionales) ha producido escenarios totalmente diferentes a los de Túnez y Egipto, requiriendo así un urgente y diferente curso de análisis.


LA PRIMAVERA ÁRABE:
EXPLOTADA Y TERGIVERSADA


Por Ramzy Baroud

El discurso imposible de la Primavera Árabe

Un discurso reduccionista es aquel que selectivamente confecciona su lectura sobre un tema de tal manera que únicamente rinda los resultados deseados, dejando poco o ningún espacio para otras indagaciones, sin importar cuan apropiadas o relevantes. La llamada Primavera Árabe, aunque ahora muy alejada de sus significados iniciales, se ha vuelto exactamente eso: un terreno fértil para narrativas selectivas con el solo ánimo de avanzar agendas políticas profundamente ancladas con participación regional e internacional.

Cuando en diciembre, 17, 2010, el desesperanzado vendedor callejero tunecino, Mohamed Bouazizi se prendió fuego, él había encendido más que una mera revolución en su país. Su dolorosa muerte había  dado nacimiento a una noción de que los espacios psicológicos entre desesperanza y esperanza, muerte y renacimiento y entre sumisión y revolución están definitivamente conectados. Su acción, independientemente del adjetivo del que uno pueda hacer uso para describirlo, fue la llave que los tunecinos utilizaron para liberar su abundante reserva de poder colectivo. La decisión del entonces presidente Zine El Abidine Ben Ali de renunciar en enero 14, 2011, fue en un sentido un cálculo racional de su parte si uno considera la imposibilidad de confrontar a una nación que tiene en sus manos una verdadera revolución popular.

Menos de dos semana más tarde Egipto también se alzó.  Y fue entonces que el casi-ideal modelo  revolucionario de Túnez se volvió presa de numerosas, a menudo selectivas interpretaciones y finalmente de una total explotación. La revolución egipcia del 25 de enero fue el primer vínculo árabe entre Túnez y los levantamientos que siguieron a través de las naciones árabes. Algunos estuvieron prestos a atribuirle al fenómeno toda suerte de factores, históricos, ideológicos, incluso religiosos, estableciendo de este modo nexos siempre y cuando convenientes y pasando por alto otros sin importar cuan aptos. El website arábigo Aljazeerra tiene todavía un mapa de todos los países árabes, con aquellos experimentando el influjo revolucionario marcados en rojo.

Muchos problemas han surgido. ¿Qué herramientas, aparte de los intereses del gobierno qatarí, por ejemplo, usa Aljazeera para determinar como la llamada Primavera Árabe se manifiesta ella misma? Y ¿no debería haber claras demarcaciones entre revoluciones no violentas, intervenciones foráneas, tensiones sectarias y guerras civiles?

No solamente las raíces y las expresiones de estas “revoluciones” difieren enormemente, sino que la evolución de cada experiencia fue casi siempre única a cada país árabe. En los casos de Libia y Siria, el involucramiento foráneo (en el caso de Libia una guerra total de la OTAN y en el caso de Siria una contienda múltiple con actores regionales e internacionales) ha producido escenarios totalmente diferentes a los de Túnez y Egipto, requiriendo así un urgente y diferente curso de análisis.

Sin embargo y a pesar del repetido fracaso del discurso unitario de la “Primavera Árabe”, muchos políticos, intelectuales y periodistas continúan tomando prestado de su muy temprana lógica. Ya se han escrito libros con títulos reduccionistas, tejiendo historias lineares, salvando la distancia entre Túnez y Sana en una oración y una línea de razonamiento.

El reduccionismo de la “Primavera Árabe” no es siempre siniestro, motivado por conveniencia política o convocado por diseños neo imperialistas. Las narrativas existentes del pan Arabismo o pan Islamismo por muy bien intencionadas que parezcan, también han aportado su buena dosis de responsabilidad al tergiversar cualquier discurso que sus intelectuales encuentren conveniente y que se acomode con el conjunto de sus ideas. Algunos denotan el surgimiento de una nueva nación pan Árabe, mientras que otros ven la “primavera” como un precursor del retorno del Islam como una fuente de poder y empoderamiento  de las sociedades árabes. El hecho es que, mientras los discursos entre los campos que compiten política e ideológicamente se están volviendo más rígidos, los países árabes marcados por la lógica editorial de Aljazeera parecen estar yendo en sus propias y separadas sendas, algunos a regañadientes hacia una u otra forma de democracia, mientras que otros descienden dentro de un estado de naturaleza Hobbesiano -una guerra de todos contra todos.

Pero a pesar de sus numerosas limitaciones, los discursos reduccionistas persisten. Ellos perduran porque algunos están diseñados específicamente para servir los intereses de ciertos gobiernos –unos con claras ambiciones, otros simplemente están tratando de navegar con la tormenta. En el caso de Siria, ni un solo país que de alguna manera este tomando partido en el conflicto, puede clamar inocencia en un sangriento juego de política regional en donde la etiqueta del precio es la sangre de miles de sirios.

Los medios de prensa occidental continúan a la cabeza en la manipulación del lenguaje, todo con el ánimo de evitar lo hechos obvios y cuando necesario tergiversa toda la realidad. La prensa estadounidense en particular ha permanecido ajena sobre como los efectos adversos de la guerra de la OTAN en Libia han contribuido al conflicto en Malí -que progresó de un golpe militar temprano el pasado año a una guerra civil, y en los momentos actuales a una guerra total liderada por Francia contra los islamistas y otros grupos militantes en la parte norte del país.

Malí no es un país árabe, por lo tanto no cabe dentro del discurso cuidadosamente moldeado. Sin embargo Argelia si lo es. Así por ejemplo, cuando los militantes tomaron como rehenes a docenas de argelinos y trabajadores extranjeros en la planta de gas natural de Ain Amenas en represalia por haber Argelia permitido el uso de su espacio aéreo a los aviones de guerra franceses en la guerra de Malí, algunos se esforzaron en vincular la violencia en Argelia con la Primavera Árabe. “Tomados en su conjunto, el ataque a la embajada de EEUU en Benghazi, Libia, el ataque islamista en Mali, y ahora esta ofensiva en Argelia, todo apunta hacia el norte de África como el punto caliente geopolíticamente hablando del 2013 –en donde la Primavera Árabe se ha metamorfoseado en la Guerra contra el Terrorismo”, escribió Christopher Helman en Forbes en enero 18. 

Cuan conveniente tal análisis, especialmente cuando se toma en su “conjunto”. La lógica de la ‘Primavera Árabe’ es alargada de tal manera que se ajuste a los preconcebidos intereses, puntos de vista o inclusive a los diseños de los poderes occidentales. Por ejemplo, es muy popular la creencia entre los medios de prensa de que los Estados Unidos a causa de los fatales ataques en Benghazi, actúa con cautela al no querer inmiscuirse del todo en el conflicto en Siria. Visto desde Washington, la región árabe aparece más fraccionada y es entendida mayormente a través de palabras en clave y frases, colocada entre aliados y enemigos, islamistas y liberales y por reacciones reflejas a cualquier cosa que implique a Israel e Irán. Uno solamente necesita comparar los textos de los medios de prensa producidos hace dos años, con los más recientes. Mientras que en los primeros meses del 2011 estuvieron mayormente preocupados con individuos y colectivos que tenían mucho en común con Mohamed Bouazizi -pobres, desesperados, privados de derechos, y eventualmente insurrectos- muchos de los textos de la actualidad están preocupados con un diferente tipo de discusión. Adicionalmente ahora existen nuevos tipos de actores del todo. Los Bouaziziz de Túnez, Egipto y Yemen permanecen desempleados, y ocupan menos espacios en nuestros periódicos y pantallas de TV. En estos días hablamos de revolucionarios basados en Washigton y Londres. Nosotros yuxtaponemos los intereses de EEUU y Rusia y discutimos sobre las intervenciones foráneas y descaradamente demarcamos conflictos en base a divisiones sectarias.

El “Despertar Árabe recién empieza”, fue el título de un editorial del Financial Times de diciembre 23. El subtexto y su lógica hablan de un siniestra interpretación de lo que una vez fueron respuestas colectivas a la opresión y dictaduras. “La caída de los Assads será un estratégico revés para Irán y sus aliados regionales como Hizbulá, el Estado Chía Islamista dentro del frágil Estado de Líbano”, se leía en el editorial. “Pero eso podría ser fácilmente revertido si Israel decidiera llevar acabo sus amenazas de atacar las instalaciones nucleares de Irán”, facultando a los teócratas en Teherán para arengar a los musulmanes desafectos en toda la región y fortalecer su poder en casa. Es fácil de imaginar como tal conflicto arrastraría a los Estados Unidos, interrumpiría el tráfico de petróleo en el Golfo, y  Líbano ardería”.

Note como en la nueva lectura de la “Primavera Árabe”, las personas son simples peones que son definidas por sus inclinaciones sectarias y su utilidad estriba en su voluntad de ser arengadas por uno u otro poder regional. Mientras que el lenguaje mismo es consistente con las agendas occidentales en los países árabes y musulmanes, lo que es en verdad bizarro es el hecho de que muchos todavía insisten en contextualizar las siempre confrontacionales relaciones políticas en general de EEUU, Israel y occidente con una ‘Primavera Árabe’ que involucra a un pobre tendero prendiéndose fuego el mismo y a enfurecidas multitudes en Egipto, Yemen y Siria que buscan dignidad y libertad.

Poco después del levantamiento en Túnez, algunos de nosotros advertimos sobre los efectos adversos, si los discursos erróneos y generalizados  que agrupan a todos los árabes y explotan los deseos de la gente que busca libertad, igualdad y democracia, fueran a persistir. Desgraciadamente,  no solo el discurso reduccionista definió los dos últimos años del levantamiento, sino que, la ‘Primavera Árabe’  se ha vuelto un trampolín para la interferencia regional y la intervención extranjera.  Para avanzar en nuestro entendimiento de lo que está transpirando en los países árabes y otros de la región, nosotros debemos dejar de lado nuestras viejas definiciones. En estos momentos una nueva realidad está teniendo lugar que no está interesada en Bouazizi ni en los muchos millones de árabes desafectos y desempleados.
  



Traducido del inglés por Marvin Najarro



Ramzy Baroud (www.ramzybaroud.net) es un columnista internacional que colabora para varias agencias de prensa y es el editor de PalestineChronicle.com. Su último libro es: My Father was A Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story (Pluto Press).






Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.

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