viernes, 10 de agosto de 2012

PERFECCIONANDO EL MÉTODO…



INTRODUCCIÓN

La utilización del ensayista de la expresión “revoluciones de colores” resulta un término bastante considerado, cargado de fina ironía política, para una grosería política y el acto criminal que representa. Hay algunos asuntos conceptuales que pueden dar lugar a confusión cuando se habla de revolución o revoluciones, sin embargo el adjetivo revolucionario inevitablemente, desde la Revolución proletaria rusa de 1917; se asocia con las revoluciones comunistas o marxistas. Sin embargo, revoluciones hay de todo signo y las más conocidas en Guatemala fueron tres: la primera revolución liberal o burguesa de 1831,  la segunda revolución liberal de 1871 y la tercera revolución democrática burguesa de 1944; las tres triunfantes y las tres echadas a perder por otro tipo de “revolucionarios” a lo largo del siglo XIX: los revolucionarios de derecha patrocinados por la Iglesia, término, que por supuesto, no se conceptualizaba de esa manera. Tampoco deben convocar a confusión el vocablo pueblo. El pueblo o nación con territorio y gobierno, en efecto, son todos los que habitan al interior de esos límites nacionales. No obstante, para efectos de la lucha política revolucionaria marxista, pueblo solo son, al final, los proletarios organizados a favor del cambio profundo, extendido; o sea, la transformación de las estructuras clasistas de la sociedad y el poder. Por lo tanto cuando se confunde las multitudes revoltosas de la plaza Tahir de El Cairo y a eso se le llama por un lado “revolución” y por el otro “pueblo”, no es necesariamente contra lo que debiera luchar el imperialismo: eso fue un bochinche organizado por la CIA y los servicios de inteligencia israelíes que apelando a las sociologías y psicologías burguesas contemporáneas movilizaron a infinidad de idiotas  -jóvenes principalmente- que se imaginaban estaban haciendo bien las cosas. Dentro de la parafernalia reaccionaria internacional van  los premios nobel de la paz, los escritores disidentes y las redes sociales, además de todo un equipo de académicos de derecha que hacen  -o intentan hacer- de sus elucubraciones, ceremoniosos tratados o doctrinas de gran cientificidad, por supuesto, porque ellos lo dicen. En fin, las revoluciones reaccionarias del mundo deben llamarse por su nombre: actos criminales del imperialismo contra las naciones dignas del mundo. Luciano Castro Barillas.







PERFECCIONANDO EL MÉTODO DE
LAS REVOLUCIONES DE COLORES
Los líderes de occidente  vuelven sigilosamente a la niñez



Por Thierry Meyssan
Agosto 7, 2012

En 1985, el científico social, Gene Sharp, publico el estudio; “Haciendo a Europa Inconquistable”, comisionado por la OTAN. Él puntualizó que ultimadamente un gobierno existe únicamente porque la gente acepta obedecerle. La URSS nunca habría podido controlar Europa Occidental si la gente se hubiera rehusado a  obedecer a los gobiernos comunistas.

Unos pocos años después, en 1989, Sharp fue encomendado por la CIA para conducir la aplicación práctica de su investigación teórica en China. Los Estados Unidos buscaban hacer caer a Deng Xiaoping  y favorecer a Zhao Ziyan. La intención era montar un golpe de estado con apariencia de legitimidad organizando protestas callejeras, de la misma manera que la CIA provocó la caída de Mohammed Mossadegh (Operación Ajax, 1953) al contratar agitadores en Teherán con fachada de movimiento popular, creada por la CIA. La diferencia en este caso es que Gene Sharp tenía que confiar en una mezcla de jóvenes pro Zhao y pro EE.UU. para hacer que el golpe pareciera una revolución. Pero entonces Deng ordenó el arresto de Sharp en la Plaza de Tianamen y luego lo expulsó del país. El golpe falló, pero no sin antes, la CIA, acicatear a los jóvenes manifestantes a un inútil ataque para desacreditar a Deng durante la represión que siguió. El fracaso de la operación fue atribuido a las dificultades en la movilización de los jóvenes activistas en la dirección deseada.

Desde los trabajos del sociólogo francés Gustave Le Bon en las postrimerías del siglo XIX, sabemos que los adultos se comportan como niños cuando se hallan en la agonía de una emoción colectiva. Ellos se vuelven susceptibles, aun si es por un crítico y fugaz momento, a las sugerencias de un líder de hombres quien para ellos personifica la figura de un padre. En 1990, Sharp entró en contacto cercano con el coronel Reuven Gal, en ese entonces psicólogo principal del ejército de Israel (más tarde se convirtió en consejero adjunto de seguridad nacional de Ariel Sharon y ahora se encarga de dirigir operaciones designadas a manipular a jóvenes israelíes  no  judíos). Combinando los descubrimientos de Le Bon y Sigmund Freud, Gal llego a la conclusión de que también era posible explotar el “Complejo de Edipo” en adolescentes y conducir a una multitud de gente joven a oponerse a un jefe de Estado, como a la simbólica figura de un padre.

Sobre esta base,  Sharp y Gal establecieron programas de entrenamiento para jóvenes activistas con el objetivo de organizar golpes de Estado. Después de algunos éxitos en Rusia y en los Estados del Báltico, fue en 1988 que Gene Sharp perfeccionó el método de las “revoluciones de colores”  con  el derrocamiento  del presidente de Serbia, Slobodan Milosevic.

Después que el presidente Hugo Chávez frustró un golpe en Venezuela, sobre la base de una de mis investigaciones que revelan el papel y el método de Gene Sharp, este último suspendió las actividades del Instituto Albert Einstein que servía como fachada y que luego procedió a crear nuevas estructuras (CANVAS en Belgrado, la Academia del Cambio en Londres, Viena y Doha). Los observamos trabajando por todas partes del mundo, especialmente en Líbano (la Revolución de los Cedros), Irán (la Revolución Verde), Túnez (la Revolución de los Jazmines) y Egipto (la Revolución de la Flor de Loto). El principio es simple: exacerbar todas las frustraciones subyacentes, culpar al aparato político por todos los problemas, manipular a los jóvenes de acuerdo al escenario “patricida”  Freudiano, organizar un golpe y, luego propagandizar que el gobierno fue derrocado por el movimiento de protesta “popular”.

La opinión pública internacional fácilmente se tragó el montaje de estos escenarios: primero, a causa de la confusión entre una multitud y  pueblo. De esta manera, la “Revolución del Loto” se redujo a una demostración en la Plaza Tahrir en El Cairo, movilizando una multitud de decenas de miles, mientras que casi la totalidad del pueblo egipcio se abstenía de participar en el evento; y segundo, a causa de la falta de claridad existente con relación a la palabra “revolución”. Una revolución genuina implica agitación continua dentro de la estructura social por muchos años, mientras que una “revolución de colores” es un cambio de régimen que ocurre en pocas semanas. El otro término utilizado para un cambio forzado de liderazgo sin una transformación social profunda es un “golpe de Estado” (coup d’état). En Egipto, por ejemplo, es claro que no fue el pueblo quien empujó a Hosni Mubarak a renunciar, sino el embajador de Estados Unidos, Frank Wisner, quien le dio la orden.

El  slogan de las “revoluciones de colores” se remonta a una perspectiva infantil; lo que importa es derrocar al Jefe de Estado sin tomar en cuenta las consecuencias.  “No se preocupen a cerca de su futuro, Washington se encargara de hacer todo por ustedes”. Cuando el momento llega y la gente despierta, es demasiado tarde; el gobierno ha sido usurpado por individuos sin respaldo popular. Al principio, sin embargo, se escuchan gritos de ¡Abajo Shevardnadze! o ¡Ben Alí, vete! La última versión fue lanzada en la tercera conferencia de los “Amigos de Siria” (Paris, julio 6): ¡Bashar debe irse!

En el caso de Siria se puede detectar una extraña anomalía. La CIA no ubicó grupos de jóvenes sirios en las calles de Damasco y Aleppo dispuestos a corear el slogan. Son por lo tanto, Barack Obama, Francois Hollande, David Cameron y Angela Merkel quienes repiten, ellos mismos, en coro, el slogan desde sus respectivas oficinas. Washington y sus aliados están poniendo a prueba los métodos de Gene Sharp sobre la “comunidad internacional”. ¡Es una apuesta riesgosa imaginar que ministros de relaciones exteriores pueden ser manipulados tan fácilmente como a los grupos de jóvenes! Por el momento, el resultado es simplemente ridículo: los líderes de los poderes coloniales han estado zapateando como niños iracundos y frustrados porque los adultos rusos y chinos no les conceden el objeto de sus deseos, mientras llorando incesantemente claman, ¡Bashar debe irse!













Publicado por: LaQnadlSol
CT., USA. 

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