sábado, 5 de mayo de 2012

LA SAGA DEL TERROR EN GUATEMALA (II)…




INTRODUCCIÓN


La criminalización de las luchas sociales de los sectores populares anda de boca en boca, o de comentario en comentario en las páginas de opinión de los diarios guatemaltecos, principalmente del diario Prensa Libre, donde gozan de irrestricta y deliciosa acogida perniciosos sujetos ultraconservadores que quisieran que los sectores más vulnerables de este país  -los que viven en la pobreza y la extrema pobreza-  se resignaran al destino de oprobio e indignidad y no reclamaran nada, de personas que viven, pero que realmente no existen para el presupuesto nacional ni para el Producto Interno de Bruto de este país. Concitan a la represión abierta y desenfadada al gobierno con el asunto de los piquetes de ciudadanos inconformes que bloquean carreteras, sin embargo, el actual presidente (que no es baboso) no ha cedido al requerimiento de los oligarcas de repartir leño por los caminos a las personas que protestan por esto o por aquello. Ha tenido moderación, no obstante, la política errónea de instalar destacamentos militares en las industrias de los inversionistas (minas de metales preciosos y cementeras) les hace ver como siempre: ser protectores de los intereses de los ricos de Guatemala. Pero el rechazo no es exclusivamente por ese papel servil y desencontrado con su pueblo, lo es, en lo fundamental, por el pasado de horror que representó durante el conflicto armado interno la institución armada, de allí la razón de fondo del porqué los vecinos de Santa Cruz Barillas, Huehuetenango, se oponen a la instalación de bases militares y por qué el Estado de Sitio les vuelve al terrible pasado de terror. La Cunal del Sol ofrece una saga de tres entregas de estas noticias de terror tomadas de los documentos oficiales de la Comisión de Esclarecimiento de Naciones Unidas, para que los lectores de nuestra revista dispongan de más elementos de interpretación de esa realidad  -protestar y rechazar- que tanto ofende y enfada a las personas acomodadas de este país y a muchas personas de extracción popular fácilmente manipulables por su carencia de información y que desempeñan el triste papel de tontos útiles (expresión anticomunista que hoy se las devolvemos) de un sistema injusto. Valentín Zamora.






LA SAGA DEL TERROR EN GUATEMALA:
EL COLGAMIENTO Y LAS DISTINTAS FORMAS DE ASFIXIA


Segunda parte, de 3 entregas


Otra forma habitual de tortura, causante de dolores insoportables, fue el colgamiento por largas horas o días. A ese respecto dice el informe de la CEH:

“El colgar a una persona era una técnica por medio de la cual se enganchaba por lo alto a la víctima y se le mantenía suspendida por horas, en una posición antinatural. Esto provocaba dolores intensos y permanentes, impedía dormir, era un sufrimiento extremo que no requería ningún esfuerzo por parte del ejecutor. El castigo mencionado era acompañado generalmente de golpes en áreas como las zonas genitales o el vientre, y hacía más doloroso el castigo en esas partes del cuerpo, como lo evidencia el siguiente caso: Los delatores vestidos de civil gritaron entonces que los Ixbalán y los Chiviliú (todos menores de edad, e incluso uno 10 años) eran guerrilleros… Los amarraron fuertemente y los llevaron a golpes al destacamento militar de Panabaj. Los comenzaron a torturar para que dijeran donde se encontraba el campamento de la columna guerrillera Javier Tambriz, siendo acusados ante los oficiales (…) Ante la negativa fueron colgados con salvajismo, les ataron las muñecas y los tobillos; fueron colgados del techo dejando el vientre descubierto y colgando como si fueran hamacas. Fueron pateados toda esa tarde y la noche, en el abdomen y los órganos genitales. Los torturadores se turnaban, tres a la vez; a los quince minutos estaban bañados en sudor. A la mañana siguiente entró un nuevo turno de torturadores. Tras varias horas de estar suspendidos y golpeados los descendieron al suelo. En tono de burla les dijeron: Pobrecitos muchá (abreviatura de muchachos, habitual en el lenguaje de la tropa guatemalteca). Tienen frío. Pobrecitos. Y burlándose más dijeron: Bueno, traigan los ponchos para nuestros invitados porque tienen frío. Acto seguido entraron grandes troncos de árboles y juntándolos los pusieron encima; sobre ellos tendieron unas colchonetas y sobre esas se tendieron varios soldados, debidamente abrigados. Así, tuvieron que soportar (el peso aplastante) por varias horas.

José fue bajado dos veces al llamado paredón, en donde lo fusilaban (simulacro de fusilamiento). Luego, entre insultos y preguntas, era retornado el sitio del suplicio físico. En el transcurso de la tortura, les vendaron los ojos y les introdujeron sendos lienzos empapados en aceite y tierra, en la boca. Al día siguiente llegó el teniente y dio la orden de descenderles y desatarles y les dijo: Ya vino su familia a buscarles, muchá. Y ya les dije que a ustedes les secuestró la guerrilla y les torturó, y que nosotros los rescatamos; así que coman lo que quieran. ¡Vengan a comer muchá!  Nadie pudo comer, sus manos se encontraban extraordinariamente hinchadas y eran incapaces de sostener el tazón, y aunque fueron ayudados por los soldados no pudieron tragar, debido a que tenían cerrada la tráquea de los golpes, la sangre y el dolor. No podían caminar, por la tremenda inflamación de sus pies y el dolor insoportable de sus testículos”. (Caso 4099 de la CEH. Santiago Atitlán, Sololá, agosto de 1987).

Otra técnica muy usada fue la asfixia en sus distintas formas, para las cuales se aplicaban diversos instrumentos. Uno de ellos era la bolsa o capucha de gamecsán. Este era un insecticida en polvo que ejercía un fuerte efecto como agresivo sobre los ojos y las vías respiratorias de la víctima. Cuando ésta, próxima ya a la asfixia, no podía evitar el aspirar aire, penetraba el químico por nariz y boca, produciendo efectos que podían llegar a la asfixia total, y que, en todo caso, producían tremendos sufrimientos, solo interrumpidos a voluntad del torturador. También se utilizaba la bolsa de cal, de uso similar al anterior, o la aplicación directa de líquidos agresivos, fuertemente irritantes, sobre los ojos de las víctimas, como en este caso registrado por el informe del REHMI del Arzobispado:

“Me fijé como a Roberto le dolió cuando recibió el líquido. Cuando me tocó a mí (mis manos y mis pies estaban amarrados) cerré los ojos pero el líquido penetró. Blasfemé interiormente. Era cien veces peor que el jabón en los ojos cuando uno se lava.  Cada vez (…) entraba un poco más líquido. Pasamos una hora de retortijar y luchar con el dolor (…) Oí que uno de los soldados preguntaba: ¿Qué hicieron con ellos? Otro explicó que les habían aplicado el doberman”. (Caso 5372 del informe del REHMI, Nueva Concepción, Escuintla).

Este último dato escuchado por la víctima, aunque ajeno al tema específico de este apartado y aunque sin saber a qué otras víctimas se refería, alude a otras de las formas (el empleo de animales) utilizadas para interrogar bajo a tortura a las víctimas de la represión. Otro instrumento muy usado  -tanto para torturar como para ejecutar a las víctimas-   fue la asfixia mediante el empleo del llamado garrote o torniquete, denominado en otros lugares la tortola (no tórtola), consistente, en definitiva, en una forma muy frecuente de ahorcamiento manual. Sin perjuicio de utilizar también con frecuencia el ahorcamiento clásico (colgamiento por el cuello hasta la muerte); a la hora de torturas a las víctimas se usaba frecuentemente este sencillo instrumento, compuesto por un palo corto y una cuerda o correa, también corta, atada a él por ambos extremos. Al anudar la cuerda al cuello de la víctima y girar el palo cada vez más, se produce un efecto de opresión creciente, capaz de causar la muerte en caso de prolongarse lo suficiente tal presión. Normalmente se apretaba hasta que, viendo amoratado el rostro de la víctima, ya al borde de la muerte por asfixia, se aflojaba la cuerda para poder continuar el interrogatorio después de su reanimación. También se aplicó muchas veces, según los testimonios, el ahogamiento por inmersión forzada del rostro en agua sucia u otros líquidos repugnantes (lodo, orina, aguas fecales, etc.). Respecto a las varias formas de asfixia como método de tortura y ejecución, la Comisión registro abundantes testimonios, tales como los siguientes:

“Usaban un método que ellos llaman la tortola. Eso consistía en amarrarle un lazo al cuello y, con un palo, enrollárselo hasta que muriera de asfixia. (Ex soldado, testigo clave TC 53, de la CEH).

“Como a las diez de la mañana entró el Ejército a la casa de la víctima. Lo golpean, acusándolo de ser miembro de la guerrilla y con las culatas de sus armas le golpean el estómago. Le interrogan sobre nombres de compañeros y dónde esconden sus armas. Al no responder le aplican un torniquete en el cuello y lentamente lo aprietan. Al ver que se pone morado, lentamente se lo aflojan. Las torturas duran desde las diez de la mañana hasta las seis o siete de la noche. Otro compañero de la comunidad es igualmente secuestrado. La esposa es violada por 15 soldados, en presencia del cónyuge, quien en ese momento es colgado debajo de un árbol. (Caso 2502 de la CEH, Quiché, enero 1982).

“La operación fue dirigida por la G 2 y ejecutada por un capitán. A las trece horas iniciaron el proceso de interrogatorio y tortura acusándolo de pertenecer al PGT (…) Las torturas acompañadas de interrogatorio duraron desde el 3 de febrero hasta el 24 de abril del mismo año. Los interrogadores eran militares. La primera semana le aplicaron las siguientes torturas: lo asfixiaban con llantas, lo ahogaban en un tonel de agua, lo colgaban de un lazo colocándole una venda y una capucha de gamecsán . (Caso 390 de la CEH, ciudad de Guatemala, febrero, 1983).

“16 personas fueron capturadas por una patrulla del Ejército y conducidas al destacamento militar en la Playa del Estor, Izabal. Llevaron a cuatro de ellos que hablaban español al cementerio de El Estor. Allí tenían otro puesto para castigar gente. Después de unos días llevaron a los demás al cementerio donde todos fueron torturados e interrogados… Pusieron bolsas de cal a todos. Con patadas y palos los estuvieron golpeando toda la noche”. (Caso1093 de la CEH, El Estor, Izabal, octubre 1982).

“Sin motivo alguno lo sujetaron, atándole las manos hacia atrás. Lo llevaron al destacamento militar. Estando ya en ese lugar, empezaron a golpearlo y lo interrogaban sobre sus compañeros, constantemente lo golpeaban en la cabeza y en muchas ocasiones perdió el conocimiento. Lo amenazaban con un puñal diciéndole que lo iban a degollar. Al no responder, le colocaron un lazo en el cuello, lo colgaban, cuando veían que estaba a punto de morir lo bajaban, dándole tiempo para que se recuperara (…)  Le colocaron una bolsa plástica en la cabeza amarrándosela en el cuello con objeto de asfixiarlo (también sin llegar a matarlo). Constantemente cambiaban a la pareja de soldados que lo torturaban y cada quien tenía su propio procedimiento de torturar. Llegó un momento en que ya no lo soportaba, por lo que pidió a los soldados que lo mataran”. (Caso 2485 de la CEH, San Andrés Sajcabajá, Quiché, marzo, 1983).










Publicado por Marvin Najarro
CT. USA.

1 comentario:

Vanessa dijo...
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