miércoles, 30 de mayo de 2012

AQUÍ NADIE SE DESMOVILIZA…






INTRODUCCIÓN



Guatemala es un país pequeño, tan pequeño que muchos “Americans,” algunos de ellos con Ph.D (postgrado académico) ni si quiera saben en donde está localizado y si uno les menciona que pertenece a Centro América, la cosa sigue igual, pues parece que la geografía está circunscrita al ámbito, a la excepcionalidad de los Estados Unidos. Y aquellos que algo saben de Guatemala, lo primero que hacen es para referirse a todo aquello que tenga que ver con subdesarrollo político, económico y social. Hay quienes piensan que es un país gobernado por personajes pintorescos que actúan como tiranos o  dictadores. Un país pequeñito, en constante guerra civil (incivil), sin democracia, lleno de gente pobre, ignorante y violenta. Y no están tan equivocados quienes piensan así, pues es obvio que la Guatemala de hoy en día, en donde pese a lo que se diga, la palabra democracia es una palabra artificiosa  que queda muy grande para la realidad de mayoría de guatemaltecos. La democracia y sus libertades existe pródiga y generosa para los oligarcas y es una absoluta dictadura para los sectores populares. Libertad para votar y elegir a quienes no representan a las clases necesitadas. Hace un par de días comentando a cerca de una trifulca entre miembros de la Rada (parlamento) de Ucrania, en la cual los "dignos" representantes del pueblo ucraniano rompieron y se rompieron de todo, el New York Times dijo lo siguiente: (…) Ucrania tampoco es la única, por su puesto, y como un faro de incivilidad parlamentaria, Guatemala… ha tenido sus momentos de caos violento en años recientes. Marvin Najarro.










AQUÍ NADIE SE DESMOVILIZA,
LA POLARIZACIÓN SIGUE IGUAL



Por Luciano Castro Barillas


36 años de conflicto no fueron suficientes para la extrema derecha guatemalteca que sigue, sin variar un ápice, con sus posiciones tradicionales respecto del control del poder político y económico y su nunca desmentida disposición de imponer la subalternidad social a los sectores populares que fueron, son y serán la causa, razón y motivo; de innúmeros conflictos sociales que hoy -año 2012 del siglo veintiuno- continúan confrontando a las dos clases sociales más importantes de la sociedad guatemalteca: la oligarquía en contra los sectores populares, cuya fuerza de trabajo no es muy digna de consideración en la generación de riqueza. Siguen creyendo que los billetes son los únicos poseedores de músculo y reflejo creativo. La oligarquía tiene tal capacidad persuasiva que hasta los sectores más desposeídos y vulnerables resultan en ocasiones haciendo suyas las posiciones políticas de la derecha, lo cual sucede, por cierto, en muchos países, pero no de la manera tan proverbial, única, excepcional y expeditiva como en Guatemala, gracias a un recursos que funciona de modo estupendo para esta clase parasitaria: la ignorancia. A la depauperación económica del guatemalteco han que sumarle su miseria espiritual. Guatemala ocupa, por cuestión de milímetros, el segundo lugar en educación en América, solo precedida por Haití, que de seguir dando pasos acertados, nos legará esa ignominiosa corona de campeones de América en brutalidad.  

Son precisamente los sectores populares de la ciudad y el campo los que respaldan los proyectos políticos en contra de ellos mismos. Es el pueblo desinformado el gran contingente de electores que votan en contra de sus intereses, actitud política que desde 1954 hasta la fecha vienen repitiendo en una y otra elección, hasta llevarnos al desastre que es hoy Guatemala. Por supuesto, Guatemala, refleja para las estadística del Banco Mundial y del FMI aceptables indicadores macroeconómicos, de una riqueza que no se refleja en los bolsillos cotidianos del guatemalteco de a pie. En la actualidad la inflación exponencial ha pulverizado los salarios de las clases desposeídas. Los estratos o capas intermedias de la sociedad van camino a la “popularización” por obra y gracia de la reducción de su capacidad de consumo de bienes y servicios, en la medida que esta tradicional formación social ambigua, caracterizada desde siempre por andar huyendo despavorida de la pobreza, sin poder alcanzar la opulencia y ostentación de la clase dominante de la sociedad, a la que envidia. Esa dualidad existencial hace de ellas, al final, una clase reaccionaria, de inconsistencia posición teórica y de una irrelevante práctica política.

A nivel ideológico y político todo sigue igual. Nadie se esfuerza por construir una mediocre democracia burguesa. Y al menor asomo de independencia de ideas y rompimiento de cordones umbilicales políticos, las fuerzas de choque (como la Camorra napolitana o los neonazis) salen a relucir en aldeas, poblados, ciudades pequeñas o áreas metropolitanas, acusando a cualquier hombre digno de subversivo, que a la larga sigue siendo mucho más peligroso que un narcotraficante. Así están las cosas. Se firmó la paz en 1996 y luego de 15 años transcurridos, la verdad es que nadie se ha desmovilizado. Cesaron los tiros pero la confrontación y la enemistad es la misma. Aquí nunca ha habido reconciliación. Los odios oscilan de niveles, dependiendo de las circunstancias. Cuando hay reclamos de justicia, a ésta se le llama venganza. Cuando se trate de hacer un periodismo crítico se te sigue llamando comunista. Cuando se afirma que en Guatemala hubo genocidio -por los paradigmáticos e innegables hechos de crueldad en el área ixil-  otros se empeñan en negarlos y utilizando un apelativo tradicional descalificativo de: ”malos guatemaltecos” a los que, en efecto, son “buenos guatemaltecos”. Guatemaltecos empeñados en promover acciones de compromiso activo y consciente con su sociedad para edificar una democracia que nunca llega.

Ya ve usted al ex canciller Briz, “gran empresario” hacedor de pan: demandando leño contra los luchadores sociales y negándose a pagar impuestos. Está este sujeto de nariz recogida y amplias fosas nasales en  contra que el Estado “despilfarre” el dinero en programas sociales para ayudar a los pobres, pero demandando la asistencia del Estado cuando les va mal en sus negocios. Es decir, un Estado hecho a su medida y contrahecho para los sectores populares.

Aquí, en Guatemala, nadie se ha desmovilizado. Y la guerra ahora se desarrolla en otro terreno. En el ámbito tradicional de luchas de clases, conocido por el menos aprovechado estudiante de sociología: ideológico, político y económico. Aunque para la universidad Francisco Marroquín y el empresariado guatemalteco esa es una filosofía política trasnochada y anticientífica. Ojalá nos propusieran estos riquillos un nuevo modelo de sociedad donde la explotación del hombre por el hombre, la producción social y la apropiación individual, ya no tuviera lugar. Entonces los vamos a felicitar y seremos, indudablemente, sus más entusiastas aliados y admiradores.











Publicado por Marvin Najarro
CT., USA. 

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