domingo, 11 de marzo de 2012

LAS CONTRADICCIONES DEL FEMINISMO MODERNO...


INTRODUCCIÓN

La izquierda norteamericana hizo en la década de los 70 propuestas muy interesantes que relanzaron viejos temas olvidados: la lucha por los derechos humanos, la equidad de género y el ecologismo. Ni lerdo ni perezoso el Departamento del Estado se apropió de estos aportes constructivos y los transformó en un instrumento político de dominación a través de un dossier, El Trilateralismo. Una alianza estratégica del imperio para sus proyectos de neocolonización espiritual integrada por los tres sectores más importantes de la sociedad estadounidense: los banqueros, los industriales y los políticos. Entre las personas más conocidas que elaboraron el dossier estaban Nelson Rockeffeller, Cyrus Vance y Zbniegw Brezinski. El Tercer Mundo y especialmente la izquierda de América Latina hizo eco de la propuesta ideológica y tomando los elementos progresistas de la iniciativa los incorporó a las luchas reivindicativas de esos años. El feminismo como movimiento social que reivindica los derechos de la mujer es total y absolutamente válido, sin embargo hay una especie de feminismo anglosajón  -o al menos se llaman así este tipo de personas-  que emprendieron una confrontación patética, una literal competencia contra los varones, erradicando y rechazando todo sentido de amabilidad y caballerosidad de un hombre, entre otras cosas, porque eran "resabios de una cultura de opresión del macho (¿?)...". Pero la competencia del feminismo anglosajón no se ha circunscrito a lucha por la igualdad en el trabajo, las profesiones y la política; el fuerte componente del neoliberalismo sexual les ha llevado, como dijo un irreverente escritor español, a "crear un artefacto ideológico, cultural, de testículos teórico o virtuales". Fórmese, pues, estimado lector de La Cuna del Sol, su propia opinión. Luciano Castro Barillas.

El artículo a continuación es una transcripción en español del original en inglés, escrito por John Pilger, y publicado por la revista electrónica Global Research el 8 de marzo del 2012.




LAS CONTRADICCIONES DEL FEMINISMO MODERNO: EL TRIUNFO DE LA MAQUINARIA POLÍTICA SOBRE EL FEMINISMO


Por John Pilger



En 1963, un alto oficial del gobierno de Australia, A.R.Taysom, deliberaba a cerca de la sabiduría de enviar a las mujeres como representantes en asuntos relacionados con el comercio. “La mujer nombrada no debe permanecer por siempre joven y atractiva, porque una dama solterona -y sucede muy a menudo- con el paso de los años se transforma en algo parecido a una hacha de guerra; mientras el hombre se torna generalmente calmado.” En el Día Internacional de la Mujer, vale la pena considerar esas primitivas opiniones. ¿Pero qué es lo que ha pasado con el feminismo moderno? ¿Por qué está tan  falto de sus raíces políticas y socialistas, al grado de que cualquier mujer que triunfa dentro de un sistema político inmoral tiene que ser admirada? Ahí tenemos el caso de Julia Gillard, la primera fémina  en ocupar el cargo de primer ministro de Australia, tan celebrada por prominentes líderes del feminismo, como la escritora Anne Summers y Germaine Greer. Ambas no escatiman en sus aplausos para Gillard, la “extraordinaria mujer” quien el 27 de febrero acabó con las aspiraciones de su retador, Kevin Rudd, el ex primer ministro a quien ella depuso en el 2010 en un auténtico golpe secreto, al más puro estilo de los machos. El 3 de marzo, Greer escribió  en el Sidney Morning Herald que ella estaba enamorada desde hacía mucho tiempo con la “pragmática” Gillard. Omitiendo del todo la manera de hacer política de Gillard, ella preguntó: “¿Qué es lo que no gusta? Que ella es una mujer, esa es la razón. Una mujer en el poder, de mediana edad y que no es casada, la pesadilla de cualquier hombre y de cualquier mujer.”

Que Gillard sea una pesadilla para las mujeres, hombres y niños aborígenes  a quienes esta prototípica  miembro de la maquinaria política ha abusado y culpado por su pobreza a la vez que implementa mediadas punitivas y racistas desafiando el derecho internacional, aparentemente no tiene ninguna relevancia. Que Gillard sea una pesadilla para los refugiados detenidos y confinados en lugares circulados con alambre de púas -niños incluidos- y que de acuerdo con el ombudsman de Australia son inmensos generadores de enfermedades mentales; no es de interés. Que Gillard haya jurado mantener indefinidamente a los soldados en Afganistán y que la gran mayoría de los que han muerto o resultado heridos haya sucedido  durante su mandato como primer ministro, no tiene mayor relevancia. Perversamente, la distinción feminista de Gillard es el haber removido la discriminación de género relacionado con la participación en combate en el ejército de Australia. Gracias a ella, ahora las mujeres son libres de matar afganos y a otros que no representan amenaza alguna para Australia, al igual que sus camaradas agrupados en unidades de “cacería,” actualmente acusados de masacrar a civiles. Al ponerle fin a los tabúes culturales y de otra naturaleza que ha limitado en el pasado el papel de las mujeres en situaciones de combate, Summers escribió: Gillard ha asegurado que sea “Australia quien  nuevamente lidere al mundo en una reforma de tal magnitud.”

La devoción por las guerras imperiales de este nuevo “icono feminista" es impresionante, si acaso extraño. Refiriéndose al despacho de las tropas coloniales de Australia, a Sudán, en 1885, con el objetivo de vengar el levantamiento popular en contra de los británicos, ella, Gillard; describió la olvidada farsa “no solamente como una prueba de coraje en tiempo de guerra, sino como una prueba de carácter que ha servido para definir nuestra nación y el sentido de quiénes somos". Rodeada de banderas, para no variar, ella deja bien en claro su posición. El punto aquí es que la celebración de esta clase de personalidades políticas, sin tomar en consideración el género, no tiene nada que ver con feminismo. Al contrario, es complicidad con uno de los más malvados actos criminales de nuestra época. Fue Margaret Thacher quien ordenó el hundimiento del Belgrano en donde perecieron 323 jóvenes conscriptos argentinos, lo que le causó mucho regocijo. Fue la poco callada feminista británica, MP Harriet Harman, conjuntamente con otras feministas del partido laborista, conocidas como las “Blair babes,” quienes apoyaron la invasión a Iraq y permanecieron alegremente al lado de uno de los principales criminales de guerra.

En occidente, “los cielos de cristal” permanecen como el tema de preferencia del feminismo burgués. ¿Cuántas mujeres que logran sobresalir en política hablan en contra de esa maquinaria, llegando a las mujeres quedadas atrás? ¿Cuántas resisten la adicción a la vanidad, al poder y a los medios de prensa? ¿Cuántas usan sus plataformas políticas para analizar y exponer el militarismo psicopático y su industria de la muerte y mentiras que contaminan nuestras vidas en lo político, cultural e informativo y que son la fuente de tanta violencia en contra de las mujeres en países distantes y profundamente golpeados, si no en contra de las mujeres en casa? ¿Quién habló en contra del viaje de placer de Julia Gillard a Israel después  de la masacre de 1400 personas en Gaza, mayormente mujeres y niños y de su afectado apoyo a los asesinos? ¿En donde,  en qué lugar  de los espacios de cobertura política están las voces de mujeres con sólidos principios como Medea Bejamin, Arundhati Roy  y, de los corazones bravíos de las mujeres Rawa en Afganistán? Hillary Clinton se ganó el aplauso de famosas feministas por el apoyo que le brindó a la invasión de Afganistán para “liberar a las mujeres del Talibán.” No importa que esta no fuera nunca la razón, no importa las decenas de miles que han sido asesinados o han quedado mutilados. Durante su campaña para llegar a la Casa Blanca, en el 2008, Clinton, apoyada por feministas de la talla de Anne Summers; dijo a los cuatro vientos que, estaba preparada para “aniquilar a Irán.”

Aquí en Australia aplica la distracción familiar: la misma insidiosa RP corporativa dirigida mayormente a las mujeres y a los jóvenes que dice que la identidad personal es el límite de lo político; el mismo esquema de organización que busca el olvido de la historia de los pueblos y de cualquier noción de clase y de nuestra servidumbre a una elite no democrática. Sin embargo, el feminismo australiano tiene un pasado digno de orgullo. Con las mujeres neozelandesas, las mujeres australianas lideraron el mundo en ganar el voto, durante la matanza de la Primera Guerra Mundial. Las mujeres australianas montaron una exitosa y única campaña en contra del voto por la conscripción. Un poster declarado ilegal en varios estados tenía inscrito el encabezado que decía “El Voto Sangriento” y mostraba a una desafiante mujer depositando su voto en una urna en lugar del “yo condene a un hombre a la muerte”.

El día de las elecciones todos los políticos australianos, con la excepción de uno, urgieron votar por él “sí.” Ellos perdieron. La mayoría siguieron el ejemplo de las mujeres. Ese es el verdadero feminismo.

Copyright © John Pilger, Global Research, 2012 









Publicado por Marvin Najarro
Ct., USA.

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