viernes, 24 de febrero de 2012

EL DINERO NEGRO DE LA DROGA Y LA ECONOMÍA DE E.E.U.U





INTRODUCCIÓN


En junio de 1971, el entonces presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, declaró lo siguiente: “El enemigo público número uno de América, en los Estados Unidos, es el abuso en el consumo de drogas. Para poder combatir y derrotar este enemigo, es necesario declarar una nueva ofensiva en todos los frentes". En 1982, Nancy Reagan formalmente lanzó, con su infame eslogan “Just Say No” (Simplemente diga no), la guerra contra las drogas en su actual forma, de paso estableciéndola oficialmente como política nacional. Aparte de las espurias consideraciones de carácter moral, sin embargo, fue una oportunidad muy propicia para los astutos moralistas, políticos y oportunistas, que cohabitaban el corporatizado sistema policial para convertir la nueva política de guerra contra las drogas en una auténtica “gallinita de los huevos de oro", pues como se ha demostrado hasta la saciedad, la guerra contra las drogas se ha metamorfoseado de una política  nacional, a una política injerencista de carácter internacional (Plan Colombia, Plan México y la Iniciativa de Seguridad Regional para Centro América [CARSI]). Ha sido y es una fuente inagotable -como bien dice el Profesor Luciano Castro Barillas- de dinero negro para los grandes consorcios banqueros estadounidenses en Wall Street.  A este respecto el escritor y activista James Petras, en el artículo “How Drug Proffits saved Capitalism” publicado en la revista electrónica Global Research, dice lo siguiente: “En el más básico sentido, las ganancias producto del negocio de las drogas ilícitas, son aseguradas por medio de la habilidad de los carteles para lavar y transferir billones de dólares a través del sistema bancario estadounidense. La escala y el alcance de la alianza entre el sistema bancario de los EUA y los carteles sobrepasan cualquier otra actividad económica del sistema bancario privado de los EUA. De acuerdo a records del Departamento de Justicia, un sólo banco lavó 378.3 billones de dólares entre el 1 de mayo de 2004 y 31 de mayo de 2007 (The Guardian, mayo 11, 2011). En los Estados Unidos, cada gran institución bancaria ha servido de socio financiero activo de los criminales asesinos, carteles de la droga.  Anteriormente, James Petras había dicho: “Mientras que el Pentágono arma al gobierno de México y la DEA pone en marcha la ‘solución militar’, los grandes bancos reciben, lavan y transfieren cientos de millones de dólares a la cuentas bancarias de los barones de la droga, quienes a su vez compran armamento moderno, pagan a los ejércitos privados de asesinos, y corrompen a un indecible número de políticos y oficiales de la ley a ambos lados de la frontera”.  No es de extrañar entonces que el comportamiento “extraño” (como lo señaló el poderoso e influyente Council on Foreign Relations) del Presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, al proponer la despenalización del negocio ilegal de las drogas en Centro América, les haya literalmente alborotado las plumas a todo el Stablishment de Washington. Marvin Najarro



EL DINERO NEGRO DE LA DROGA
Y LA ECONOMÍA DE LOS ESTADOS UNIDOS

Por Luciano Castro Barillas


El debate sobre la despenalización de la droga debió abordarse desde hace muchos años. Siempre fue aplazado en los diferentes foros regionales latinoamericanos donde tímidamente se planteaba. El fenómeno no había alcanzado las proporciones de crimen transnacional y el calado en la vida de las sociedades, si bien ya era profundo, los Estados y sus respectivos gobiernos daban la impresión de no estar del todo afectados, a excepción de Colombia que hace unos 20 años libró una guerra cruenta contra el cartel más poderoso de cuantos han existido: el de Pablo Escobar. En México el fenómeno del tráfico de drogas lo planteó para la discusión Vicente Fox pero no fue escuchado pues, entre todas las tonterías y desaciertos de su administración, en este caso Chente sí tenía la razón. Se venía incubando un monstruo, que al crecer iba a tener unas fauces trituradoras que desgarraría el tejido débil y dependiente de la sociedad mexicana, tal cual pasó a la vuelta de unos 8 años. Felipe Calderón, mal asesorado, nunca imaginó con que fuerza criminal se iba a confrontar, ya que todo conflicto bélico para mantenerse tiene un combustible fundamental: el dinero. Si en ese componente las guerras serían imposibles. Los hombres, las armas y las estrategias son dependientes de él. De allí que toda guerra sin financiamiento, es guerra que termina. Los combatientes  -a excepción de los revolucionarios marxistas-  de todos los ejércitos del mundo y desde la antigüedad, han peleado por dinero. Lo de los ideales nacionales es un asunto altamente subjetivo, inconsistente y en ocasiones declinable. Así mantuvo Roma sus legiones, Grecia a sus soldados, Hitler sus guerras relámpagos y Estados Unidos sus guerras de agresión; ya que, soldado sin paga; soldado insubordinado, traidor o desertor.

Ahora que el gobierno del ex general Otto Pérez Molina planteará la discusión sobre la despenalización de la droga en la Cumbre de las Américas que tendrá lugar en San Salvador en el mes de abril, con la posición en contra de los Estados Unidos que ha sido enfático a no discutir este asunto espinoso, cabe preguntarse ¿a qué responde tal posicionamiento del país defensor internacional  -no nacional-  de la libertad y la democracia? No es difícil de entender. La economía de los Estados Unidos está desde hace algunas décadas siendo inyectada o con transfusión permanente del fluido negro. Ese dinero se mueve en su mundo financiero y en su economía y por ello la razón que en El Gigante del Norte sea renuente a que un flujo y colosal masa monetaria deje de llegar a sus aparatos productivos, peor ahora, en tiempos de recesión y de grandes presiones en el gasto militar para mantener en el exterior sus políticas de ocupación y saqueo. Por ello, ya que viene al caso, es muy cuestionable la “delicadeza” y extrema sensibilidad de los gringos de que Alfonso Portillo haya utilizado su “limpio” sistema financiero para trasegar dinero robado. La competencia geopolítica con Rusia y China ya no los hace únicos en el concierto mundial, tal lo acontecido hace unos días en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, donde se les paró la mano en su labor de zapa o descomposición del régimen sirio.

 El trabajo de los Estados Unidos para mantener “la seguridad hemisférica” es sólo un decir. Sus “grandes éxitos” en el combate contra las drogas en su territorio se circunscribe al decomiso de 26 kilos de cocaína, montado con todo un aparato policiaco desproporcionado y total cobertura mediática, como si lo hecho era algo incomparable y único. De allí que el planteamiento del presidente guatemalteco tiene viabilidad, lógica y sentido y está desprovisto de sesgos ideológicos, ya que él es un hombre de derecha, pero indudablemente con mucho sentido práctico. No podrá hacer una buena gestión de gobierno ni equilibrar el presupuesto, ni mucho menos lograr algún crecimiento económico de relativa importancia con este tremendo drenaje de recursos financieros y humanos que significa estar gastando más de lo debido en policías y soldados. Un país como Guatemala con índices sociales y materiales que lo sitúan en los últimos lugares en América Latina y el mundo no puede darse el lujo de gastar tanto dinero en asuntos de seguridad. Es un hecho que las guerras   -en este caso contra el narcotráfico-  llevan a la quiebra a cualquier país. El ejemplo está con los Estados Unidos. Su bancarrota y decadencia es resultado del excesivo gasto militar. Llega un momento  que en las guerras de rapiña o saqueo revierten los resultados. Se va por lana y se regresa trasquilado.

Por eso la renuencia de los Estados Unidos a aceptar la discusión sobre la despenalización de las drogas. Guatemala, más que ningún otro país, tiene la urgente necesidad de encontrarle salida a este problema de crímenes de todo tipo; institucionales por la corrupción y personales por la pérdida constante de vidas, sin discernimiento de edad, clase social o género. Guatemala viene de un conflicto armado de 36 donde los altísimos costos humanos y materiales han relegado el progreso, el desarrollo, la prosperidad y la paz. La nación guatemalteca está agotada física, económica, política y emocionalmente por la violencia. Ese modelo ostentoso de vida del país del norte tienen que pagarlo ellos. Tienen que asumirlo sus instituciones y sus ciudadanos, no los guatemaltecos. De allí la razón de que un gobierno nacionalista de derecha como el actual ve con sentido práctico que es inviable cualquier proyecto del gobierno  -y de Nación-  con ese lastre de gasto en seguridad innecesario. Países como Guatemala, decrépitos y sin recursos, no de riqueza; que es distinto, debieran hasta suprimir el ejército, tal como lo hizo en su momento Costa Rica. El confort, los lujos, la ostentación de los grandes millonarios de los Estados Unidos tienen que pagárselos ellos. Así debiera de ser, pero la realidad es otra.

 Por ello la actitud de Pérez Molina de llevar al debate la despenalización de las drogas no podía hacerla en el peor momento para los Estados Unidos, donde en el mejor de los casos su economía logrará en el 2012 un crecimiento raquítico del 2.5%, si es el que el petróleo no llega a los $150 dólares por el desencadenamiento de la crisis de Irán. El litro de gasolina vale actualmente en los Estados Unidos $4 dólares, y eso, dicen ellos, “es ya bastante peligroso”.

Por eso el círculo de comentaristas de la revista neoconservadora Atlantic, que está asociada al poderosísimo grupo de estudios Council on Foreign Relations y en cuya junta de directores se encuentran personas como Colin L. Powell, Madeleine K. Albright y Robert E. Rubin, por ejemplo, ven en la decisión de Pérez Molina “un actuar extraño”, un “estar alborotando las plumas de los Estados Unidos” o “un causar oleajes de manera inesperada”. Posiblemente Washington esperaba una absoluta sumisión de la dirigencia política actual. Pero la actual clase política tiene necesidad de reproducción y saben que de no avanzar en este asunto y otorgar un mínimo de estabilidad y seguridad ciudadana, sus posibilidades de reelección serán un sueño guajiro dentro de cuatro años. No hay quizá buen corazón en todos estos asuntos, sino simple sentido común y aceptable responsabilidad, pues por lo que se sabe de lo ocurrido en el valle del Polochic, la mano dura se está aplicando con extrema severidad con el sector más vulnerable de nuestra sociedad: los campesinos pobres, con microparcelas o sin tierra. Algo si queda claro en todo esto: anoche el embajador  norteamericano en Guatemala, Arnold Chacón, al ser abordado por los medios de comunicación, habló ya con moderación, sin la prepotencia habitual, pues la vicepresidenta Roxana Baldetti va de gira por Centro América para promover el debate sobre la despenalización de las drogas, sin hacer caso al embajador gringo. Asunto que debe realmente valorarse ya que el presidente socialdemócrata que tuvimos hace cuatro años, que se supone apelaría un poco más a la dignidad por su filiación ideológica-política  -según decía este papanatas-  resultó tan huero de testículos que a cambio de semillas vitales, disponía de simples bolsas con aire. Hoy, al menos, se tiene un poco más de dignidad, pues ante la declaración escrita de la embajada de los Estados Unidos afirmando que su oposición a la legalización de las drogas es porque constituye “una amenaza a la seguridad y la salud pública”, es poco creíble. El canciller Harold Caballeros a extremado sus modales diplomáticos en la reunión Hillary Clinton (21-02-2012) y ha querido de mil maneras decir las cosas de una manera eufemística, sin concitar la ira de la Secretaria de Estado, cuando afirma: (…) no es legalizar la droga, no es que Guatemala vaya a cometer una acción unilateral, sino poner el tema sobre la mesa para debatir. Para hacer algo como esto tienen que ser todos.

Pero en todo esto hay un asunto soberano digno de tomarse en cuenta. La encuesta realizada por Prensa Libre, el diario de mayor tirada en el país, dio como resultado que el 66% de guatemaltecos apoya la despenalización de las drogas, por una sencilla razón: es insoportable ya para todos los ciudadanos el clima de inseguridad y violencia que se vive por ser Guatemala el pasillo principal de estupefacientes de la región, aún más que México, pues para acá se trasladaron los carteles mexicanos luego de la encarnizada persecución ella por el gobierno mexicano. Guatemala no puede, definitivamente, dar 3 dólares para la guerra contra el narcotráfico y Estados Unidos 1. Ya lo dijo Otto Pérez Molina, que a Guatemala le está dejando el rico país del norte el 75% de la responsabilidad. ¿Injusto, no?


                 
               




Publicado por: Marvin Najarro
Ct., USA.

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