domingo, 12 de febrero de 2012

Arjona, el pintoresco


Allá por los años 80  el Arjona de esos días (Jesús es verbo, no sustantivo) ofreció un concierto en mi natal Jutiapa.  Una de sus fans,  bonita adolescente de mi pequeña ciudad de nombre Lucky Trejo, tuvo el ingenio, inmadurez y atrevimiento de tomar “prestada” la descuidada chaqueta de piel del muy apuesto Arjona. La jugada funcionó. El cantautor captó la intención de la emocionada jovencita y se presentó a su residencia en uno de los populares barrios jutiapanecos a recoger la codiciada prenda. La noticia corrió como reguero de pólvora por toda la Jutiapa. Arjona mostró su calidad humana. No defraudó y,  tanto la bella jovencita como todo el Barrio El Chaparrón  quedaron complacidos ante el gesto del ahora internacionalmente reconocido y famoso cantautor chapín. De ese singular acontecimiento han transcurrido hasta la fecha casi tres décadas y podríamos decir que el artista ha experimentado o sufrido alguna metamorfosis,  de esas que el ambiente impone como requisito para triunfar en un campo tan competitivo como el de la farándula musical. Debo confesar que por razones de gustos musicales no soy un devoto del arte musical de Ricardo Arjona, aunque claro,  -y lo digo con toda humildad y sinceridad- me complace en grado sumo el que sea guatemalteco y que disponga de tan enorme talento. Sin duda, lo considero uno de los más talentosos músicos latinoamericanos, sino el más talentoso. El asunto actualmente, según lo percibo, es que el Arjona de hoy entregado voluntariamente o no a las exigencias del mercado, del consumismo, o de la cultura de masas; es uno muy diferente al de aquél de extracción popular comprometido con una causa noble y que arriesgaba el pellejo en plena dictadura militar. El que veo ahora es otro, que más bien  semeja a los Bonos, los Jaggers o los Claptons que agasajan suntuosas fiestas a ricos y poderosos como a Bill Clinton, y quienes en su cínica megalomanía, luciendo prendas caras de famosos diseñadores ven a los miserables y famélicos niños africanos no como seres víctimas de la injusticia social del sistema capitalista, sino como una blanca oportunidad de acrecentar sus virtudes caritativas, y porque no decirlo, invitar al turismo humanitario y sensibilero. No tiene que ser exactamente así en el caso de Arjona pero, basado en la observación y si los sentidos no me engañan, las escenas y la lírica del último video del artista pintan una realidad que solo existe en la mente y el mundo de la burguesía y que nada tiene que ver con la cruda realidad de la existencia de la gente común y corriente que, sin embargo, suelen ser utilizados como atractivos convenientes a los grandes intereses económicos que monopolizan el gran negocio del espectáculo y del entretenimiento  que tienen como meta final  el saciar el apetito consumista de la embobada audiencia, que enervada e inerme cae en un total estado de amnesia colectiva o bobería internacional. No puedo afirmar si la mano escondida se le presentó a Arjona, como dicen los apologistas del neoliberalismo, pero en este mundo en absoluta decadencia todo puede suceder. Lo cierto es que ni lerdo ni perezoso aprovechó la oportunidad de asirse a ella y ahí se ha quedado, disfrutando las mieles del dinero al alcance solamente de los ricos y famosos. Ciertamente el arte como herramienta política de cambio no será del todo efectivo, aunque de la mano de poetas, escritores y músicos con ideales y convicciones profundas por la causa de la libertad y la justicia ha dado ejemplos de valor y coraje sin límites. Otto René Castillo, Manuel José Arce y El Soldado de América son unos ilustres ejemplos del arte al servicio de causas justas y nobles. Son hechos históricos olvidados por un pueblo somnoliento y desmemoriado que prefiere la banalidad y la cursilería de las telenovelas y de los videos musicales que muestran la realidad subjetiva de un mundo ajeno, en tanto la realidad dura, se cae con brutalidad a su alrededor.Marvin Najarro

Estimados lectores y lectoras, a continuación el Profesor Luciano Castro Barillas, con una muy excelente nota alusiva a Ricardo Arjona.






ARJONA, EL PINTORESCO

Por Luciano Castro Barillas


No cabe la menor duda que todos los guatemaltecos nos sentimos orgullosos del éxito nacional e internacional del cantante de Ricardo Arjona. Ha sido capaz, por su talento, de llenar estadios en países como Argentina y Chile durante varios días. Es el cantante guatemalteco más exitoso que ha conocido nuestra historia quien, con un ímprobo esfuerzo personal, alcanzó la cúspide de ese mundo altamente competitivo de la música comercial. Salió a México ligero de equipaje y a la vuelta de los años ese espacio geográfico fue insuficiente para su arrolladora y expansiva capacidad artística. Arjona es también una personalidad democrática, de gran sensibilidad humana y sobre todo solidario. La Universidad de San Carlos de Guatemala, por ejemplo, recibió hace algunos años un importante apoyo en equipo de cómputo, ya que el cantautor guarda hacia ella gratitud, pues en algún momento de su vida fue universitario. Sabe dar, compartir. Es una persona amable y totalmente accesible. No hay una sóla mención de una grosería de su parte con alguna persona.

Le hizo famoso una canción muy emblemática en los inicios de su carrera: “Jesús es verbo, no sustantivo”, canción iconoclasta que es un rechazo rotundo a la hipocresía religiosa -no cristiana-, porque de puntualizar es que un cristiano auténtico resulta ser, indefectiblemente, un ser humano maravilloso. La canción de crítica social concitaba a la honradez, a la honestidad, a la autenticidad; en contra  de todo aquello que tenía olor a pescado de tres días, o a suplantación o artificio. El arte, claro está, no es un tratado de política, por lo que no debe esperarse que sea más efectivo para modificar el poder o la realidad que una organización política o un fusil. Para los gustos de una sociedad pacata y altamente conservadora como la guatemalteca la canción fue una sacudida, una cimbrada lo bastante fuerte y un gran atrevimiento del joven cantautor de esos años. Su propuesta fue como quitar la tapadera de los resumideros cloacales pestilentes de los evangelistas de la prosperidad, entre ellos Ríos Montt y su iglesia burguesa El Shadai, centro religioso de personas acomodadas, donde Cristo era prisionero de asesinos, evasores de impuestos y ricos. Que otra cosa podía hacer un cantautor con compromiso que denunciar todo esto. Si Arjona hubiese sido militante de Al Qaeda, posiblemente ese centro de hipocresía hubiera volado en mil pedazos con varias cargas de dinamita.

Sin embargo, la realidad se impone y Arjona, sin doblegarse  -hasta donde se sabe- tuvo que insertarse en el mundo de la cursilería y la banalización. No podía, por ejemplo, acceder a la farándula de Miami, Los Ángeles o la ciudad de México con un expediente musical de “izquierda” -si lo podemos llamar de algún modo-, cuestionador en exceso de un sistema, sus injusticias y sus falsías. Fue haciendo concesiones y resistiéndose hasta donde pudo a las domesticaciones. Sus propuestas musicales tuvieron que coger, irremediablemente, el camino de lo inocuo, de las relaciones sentimentales que a nadie le importan y, digamos, en la cursilería.  Lo intimista tomó su lugar y por allí se fue quedado, hablando de ilusiones, de amores desencontrados, de rencillas de amor, con una carga mórbida en ocasiones, pero manejada con refinamiento. Con unos textos poéticos muy superficiales pero que ya cantados resultaban totalmente transfigurados, al estilo de los escritos de Pablo Coello, que habla más que decir en su "poesía". Tal como decía Benedetti, el escritor uruguayo, cuando describía el encuentro íntimo de una pareja: (…) deslizó su mano por su vientre y acentuó la caricia. Que no es lo mismo que podría decir o expresar en Jutiapa un machista ganadero o Vicente Fernández y su hijo, epónimos del machismo mexicano, respecto a esa circunstancia. Arjona tiene calidad en ese mundillo de descocados.

Hoy Arjona nos trae lo mismo de siempre, solo que disimulado con el pintoresquismo nacional. Nostálgico de la tierra de la cual está ausente y a la quizá no vuelva. Sin embargo, quiere retribuirla con algo. Dar una imagen positiva de ella, que no es la real, pero es válida a nivel artístico ya que el arte es capaz de inventar, crear mundos paralelos. Va hilvanando la historia de amor en Antigua Guatemala, Petén, Izabal, Semuc Champey y Panajachel, guitarra al hombro, con espejuelos en la cabeza, apelando a la cotidianidad hermosa de ancianos por las calles o niños jugando pelota. Fuiste tú, es más de lo mismo, aunque como producto técnico audiovisual está muy bien realizado. No podemos ser injustos con Arjona, es lo más que puede hacer un artista como él. Es prisionero de los circuitos comerciales y aunque su música se volvió de masas, cursi y sin compromiso, es mucho mejor que la Gloria Stefan, Cristian Castro, Juanes o Shakira.

Para concluir, transcribo la reflexión de la columnista de elPeriódico, Ana María Cofiño:(…)si Arjona cree que podemos sentirnos orgullosos de Guatemala por sus paisajes, allá él, pero es penoso que aquí nos traguemos esa idea, cuando lo que hay es un pantano de injusticia e impunidad que es necesario resolver. Cambio verdadero sería que el Estado dejara de ser racista, patriarcal y excluyente; transformación genuina, que se democratizaran las relaciones económicas, se acabara con la impunidad histórica y se pudiera gozar de libertad. Usar canciones para seducir es un viejo truco. Cuidado con lo que nos venden, muchas veces es basura.









Publicado por: Marvin Najarro 

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